Al día siguiente, Moisés se sentó para oír los pleitos que los israelitas tenían unos con otros. Y el pueblo esperó a ser atendido delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. Cuando el suegro de Moisés vio todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó: —¿Qué logras en realidad sentado aquí? ¿Por qué te esfuerzas en hacer todo el trabajo tú solo, mientras que el pueblo está de pie a tu alrededor desde la mañana hasta la tarde? Moisés contestó: —Porque el pueblo acude a mí en busca de resoluciones de parte de Dios. Cuando les surge un desacuerdo, ellos acuden a mí, y yo soy quien resuelve los casos entre los que están en conflicto. Mantengo al pueblo informado de los decretos de Dios y les transmito sus instrucciones. —¡No está bien lo que haces! —exclamó el suegro de Moisés—. Así acabarás agotado y también se agotará el pueblo. Esta tarea es una carga demasiado pesada para una sola persona.
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