¡Así que sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni sientas pánico frente a ellos, porque el SEÑOR tu Dios, él mismo irá delante de ti. No te fallará ni te abandonará». Luego Moisés mandó llamar a Josué y, en presencia de todo Israel, le dijo: «¡Sé fuerte y valiente! Pues tú guiarás a este pueblo a la tierra que el SEÑOR juró a sus antepasados que les daría. Tú serás quien la repartirá entre ellos y se la darás como sus porciones de tierra. No temas ni te desalientes, porque el propio SEÑOR irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará». Entonces Moisés escribió en un libro todo el conjunto de instrucciones y se lo dio a los sacerdotes que llevaban el arca del pacto del SEÑOR y a los ancianos de Israel. Luego Moisés les dio la siguiente orden: «Al final de cada séptimo año —el año de liberación— y durante el Festival de las Enramadas, leerán este libro de instrucción a todo el pueblo de Israel cuando se reúna ante el SEÑOR su Dios en el lugar que él elija. Convoquen a todos —a hombres, mujeres, niños y a los extranjeros que vivan en sus ciudades— para que oigan lo que dice el libro de instrucción y aprendan a temer al SEÑOR su Dios y a obedecer cuidadosamente todas las condiciones de estas instrucciones. Háganlo para que sus hijos que no saben nada de estas instrucciones, las oigan y aprendan a temer al SEÑOR su Dios. Háganlo mientras vivan en la tierra que van a poseer al cruzar el Jordán». Luego el SEÑOR le dijo a Moisés: «Ha llegado la hora de tu muerte. Llama a Josué y preséntate con él en el tabernáculo para entregarle mi encargo a Josué allí». Entonces Moisés y Josué fueron y se presentaron en el tabernáculo. Así que el SEÑOR se les apareció en una columna de nube que se detuvo en la entrada de la carpa sagrada. El SEÑOR le dijo a Moisés: «Estás por morir y vas a reunirte con tus antepasados. Cuando ya no estés aquí, los israelitas comenzarán a rendir culto a dioses ajenos, los dioses de la tierra a la cual se dirigen. Me abandonarán y romperán el pacto que hice con ellos. Entonces mi enojo arderá contra ellos. Los abandonaré, esconderé mi rostro de ellos, y serán devorados. Pasarán terribles dificultades y, en aquel día, dirán: “¡Estas calamidades nos han ocurrido porque Dios ya no está entre nosotros!”.
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