La noticia de que los gentiles habían recibido la palabra de Dios pronto llegó a los apóstoles y a los demás creyentes de Judea. Así que cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes judíos lo criticaron. —Entraste en una casa de gentiles, ¡y hasta comiste con ellos! —le dijeron. Entonces Pedro les contó todo tal como había sucedido. —Yo estaba en la ciudad de Jope —les dijo—, y mientras oraba, caí en un estado de éxtasis y tuve una visión. Algo parecido a una sábana grande descendía por sus cuatro puntas desde el cielo y bajó justo hasta donde yo estaba. Cuando me fijé en el contenido de la sábana, vi toda clase de animales domésticos y salvajes, reptiles y aves. Y oí una voz que decía: “Levántate, Pedro, mátalos y come de ellos”. »“No, Señor —respondí—. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren impuro o inmundo”. »Pero la voz del cielo habló de nuevo: “No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio”.
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