«¡Ahora es tu oportunidad! —los hombres le susurraron a David—. Hoy el SEÑOR te dice: “Te aseguro que pondré a tu enemigo en tu poder, para que hagas con él lo que desees”». Entonces David se le acercó sigilosamente y cortó un pedazo del borde del manto de Saúl. Pero comenzó a remorderle la conciencia por haber cortado el manto de Saúl, y les dijo a sus hombres: «Que el SEÑOR me libre de hacerle tal cosa a mi señor el rey. No debo atacar al ungido del SEÑOR, porque el SEÑOR mismo lo ha elegido». Entonces David contuvo a sus hombres y no les permitió que mataran a Saúl. Después de que Saúl saliera de la cueva para seguir su camino, David salió y le gritó: —¡Mi señor el rey! Cuando Saúl miró hacia atrás, David se inclinó hasta el suelo delante de él. Entonces le gritó a Saúl: —¿Por qué le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño? Este mismo día puede ver con sus propios ojos que no es verdad. Pues el SEÑOR lo puso a mi merced allí en la cueva, y algunos de mis hombres me dijeron que lo matara, pero yo le perdoné la vida. Pues dije: “Nunca le haré daño al rey; él es el ungido del SEÑOR”. Mire, padre mío, lo que tengo en mi mano. ¡Es un pedazo del borde de su manto! Yo lo corté, pero no lo maté. Esto prueba que no intento hacerle daño y que no he pecado contra usted, aun cuando usted me ha estado persiguiendo para matarme. »Que el SEÑOR juzgue entre nosotros. Tal vez el SEÑOR lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño. Como dice el antiguo proverbio: “De la gente malvada, provienen las malas acciones”. Así que puede estar seguro de que nunca le haré daño. De todas formas, ¿a quién trata de atrapar el rey de Israel? ¿Debería pasar tiempo persiguiendo a alguien que no vale más que un perro muerto o una sola pulga? Por lo tanto, que el SEÑOR juzgue quién de nosotros tiene la razón y que castigue al culpable. ¡Él es mi defensor y me rescatará de su poder! Cuando David terminó de hablar, Saúl le respondió: —¿Realmente eres tú, David, hijo mío? Enseguida comenzó a llorar y le dijo a David: —Eres mejor persona que yo, porque has devuelto bien por mal. Es cierto, has sido increíblemente bondadoso conmigo hoy, porque cuando el SEÑOR me puso en un lugar donde pudiste haberme matado, no lo hiciste.
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