Aunque en su naturaleza él siempre fue Dios, no le preocupó mantener su igualdad con Dios. Más bien se vació a sí mismo, tomando la naturaleza de un siervo, volviéndose un ser humano. Y al venir en forma humana, humillándose a sí mismo, se sometió a la muerte, incluso a la muerte en una cruz.