El Dios Que Adoramos 2Muestra
![El Dios Que Adoramos 2](/_next/image?url=https%3A%2F%2Fimageproxy.youversionapi.com%2Fhttps%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Fyvplans%2F52540%2F1280x720.jpg&w=3840&q=75)
Día 3: La ira de Dios: Fuego en sus ojos
Hulk es el personaje con problemas de ira por excelencia. El hombre verde estalla en ira descontrolada, crece en tamaño de la misma forma en que crece su enojo, literalmente se sale de la ropa. En medio de esa desbordante emoción, destruye a su paso con mano firme y es el mejor aliado de los superhéroes que buscan justicia, porque no tiene compasión con el enemigo.
Aunque no nos volvemos verdes como Hulk, los seres humanos sí albergamos la ira en nuestro corazón. Al tener un concepto negativo sobre esta emoción, y, de hecho, haber sufrido los estragos de la misma por lo menos una vez en la vida, nos cuesta mucho entender que Dios también siente ira en el mismo grado en que siente amor.
Algunos sienten ambigüedad entre la imagen de Dios en el Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo Testamento. No encuentran conciliación entre un Dios que manda a destruir poblaciones enteras, incluyendo niños y animales, y un Dios compasivo que se detiene en el camino a sanar a un mendigo ciego. Creo que parte del problema es que estamos viendo la ira desde nuestra perspectiva humana y caída: pensamos en la ira de Dios y nos imaginamos a Hulk; y vemos la ira, no en concordancia con sus otros atributos, sino separada de ellos.
A diferencia de los otros atributos de Dios, la ira nunca es mencionada como un adjetivo “Dios es amoroso, perdonador”, sino como un sustantivo “la ira de Dios/lento para la ira”, lo cual sugiere que no es parte de su carácter; por esto no leemos en la Biblia que “Dios es iracundo”, sino que es una actitud que Dios tiene frente al pecado y el mal.
Dada esta distinción que hace la Biblia, entendemos que la ira de Dios no es una de sus características, como sí lo es el amor, la santidad, la justicia. La ira, en cambio, es la respuesta de su carácter frente al pecado del hombre. Antes de la caída, en Génesis 3, no se había manifestado la ira, porque no había pecado. El pecado trajo al mundo sufrimiento, dolor, injusticia, opresión, maldad de todo tipo. El efecto de la maldad distorsiona y afecta todo lo creado. De manera que, en respuesta a su santidad y justicia, la ira de Dios es su reacción establecida ante todo lo que pisotea su buena creación.
El problema que representaba para nosotros la ira de Dios queda resuelto con la obra de Cristo. En él somos perdonados, libres, amados y traídos de nuevo a casa. Esta es una gran muestra de su gracia, porque mereciendo nosotros que nos cayera fuego del cielo, Dios decidió satisfacer su ira con su propio Hijo; y no lo hizo porque sea un Dios sádico, sino que es profundamente amoroso: Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8).
Frente a esta verdad de la ira de Dios podemos responder, por lo menos, con tres acciones:
• Aguardar: Dios hace justicia al agraviado, por eso tenemos certeza de que un día su justicia y su ira pondrán fin a los abusos, los maltratos, las injusticias, la corrupción... Mientras estemos aquí viviremos bajo los efectos de este mundo caído, pero aguardamos por el día en que el furor de Dios será derramado para poner fin a la maldad. Que hace justicia a los oprimidos, y da pan a los hambrientos. El Señor pone en libertad a los cautivos (Salmo 146:7).
• Anhelar: ser conscientes de que Dios detesta el pecado, y esto nos debe llevar a anhelar más su santidad. No anhelamos ser santos porque tememos a la ira de Dios, sino porque somos conscientes de que ese es el deseo de Dios para su pueblo. Descansamos en la obra de Cristo, quien nos santifica y perfecciona cada día para alcanzar la meta que él ya alcanzó por nosotros. Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1).
• Adorar: Jesús nos libra de la ira venidera y eso es un motivo de adoración. Nos alegramos porque Cristo padeció para que nuestros pecados fueran pasados por alto y ahora seamos vistos a través de la sangre del Cordero. Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10).
Acerca de este Plan
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Cuando desconocemos los atributos de Dios, tendemos a crear nuestra propia versión de Él. En otras palabras, creamos un dios a nuestra imagen y semejanza, ajustado a nuestros deseos. En este plan devocional descubre la grandeza del Dios que adoramos y las implicaciones que tiene en nuestro diario vivir.
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