Aceptación.

La hospitalidad cristiana va más allá de simples gestos de amabilidad; representa la aceptación fundamental de los demás, independientemente de su historia, creencias o circunstancias. La aceptación no depende de lo mucho o poco que conozcamos a la persona que tenemos delante.

Una de las instrucciones más conocidas para mostrar hospitalidad se encuentra en el libro de Hebreos del Nuevo Testamento: “No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13:2). Esta instrucción no carece de fundamento.

En Génesis 18, leemos sobre la humilde y generosa muestra de hospitalidad de Abraham hacia tres extranjeros. Rico y anciano, Abraham podría haber llamado fácilmente a uno de sus muchos sirvientes para que atendiera a los tres visitantes no anunciados. Sin embargo, Abraham les dio generosamente lo mejor que tenía. Hay muchas cosas que no sabemos sobre estos invitados. Abraham y Sara tampoco sabían quiénes eran. Pero su respuesta fue una respuesta de aceptación fundamental. Y resultó que habían acogido al Señor y a dos ángeles.

Al acoger a extraños a quienes no conocemos, sin proponérnoslo, podemos estar invitando a la presencia celestial en medio de nosotros - ¡qué increíble!

En Lucas 10, encontramos la parábola del Buen Samaritano. Esta parábola describe la respuesta humanitaria de un samaritano hacia un forastero herido, una respuesta que supera las fronteras étnicas y religiosas.

El samaritano no se paró a decidir si este forastero herido era su prójimo antes de mostrarle su amor; no tuvo en cuenta su nacionalidad, etnia, estatus o limpieza. Él era el prójimo y eso era lo que contaba.

La verdadera hospitalidad no tiene límites e implica la voluntad de aceptar incluso a los que parecen extraños. No hay extraños al amor de Dios. Y no se necesita ninguna cualificación para recibir u ofrecer hospitalidad.

Para reflexionar:

¿Cultivas un espíritu de hospitalidad que refleje la aceptación incondicional demostrada por Cristo?

Una oración para hoy:

Que el Señor nos conceda la gracia de ofrecer una hospitalidad arraigada en la aceptación genuina, siguiendo el ejemplo de Cristo, que acogió a todos con amor y compasión. Amén.