Ansiosos por nadaMuestra
Medita en estas cosas
La instrucción final de Pablo en su prescripción para la ansiedad es meditar en las cosas de Dios. En otras palabras, elige lo que piensas. Imagina tus pensamientos como aviones en el cielo sobre un aeropuerto concurrido. Eres el controlador aéreo de ese aeropuerto. Puedes decidir qué pensamientos aterrizan y cuáles se van volando. ¿Quieres ser feliz mañana? Deja que los pensamientos de felicidad aterricen hoy. ¿Quieres ser miserable mañana? Deja que los pensamientos de culpa, preocupación y miedo aterricen hoy.
Curar la ansiedad requiere un pensamiento saludable. En verdad, tu desafío no es tu desafío; tu desafío es la forma en que piensas acerca de tu desafío. Asimismo, tu problema no es tu problema; la forma en que miras el problema es tu problema. Satanás lo sabe, y es por eso que siempre está buscando sembrar mentiras en tu forma de pensar. Quiere influir en la forma en que percibes tus luchas o incertidumbres. Pero recuerda que él no es el dueño de tu mente.
Además, tienes un poder que él nunca podrá derrotar, porque tienes a Dios de tu lado. Cuando la ansiedad amenaza con agobiar tu corazón, simplemente puedes invocar a Dios. Esto encadena al culpable y lo lleva ante Aquel que tiene toda la autoridad. Esto impide que las preocupaciones y los miedos tengan una plataforma para influir en tu mente.
Por supuesto, decir esto y hacer esto son dos cosas diferentes. Quizás quieras decidir que hoy pensarás sólo en las cosas que son verdaderas, honorables y correctas. . . aunque te mueras. ¿Pero quién puede realmente hacer esto?
Hay una manera más sencilla: simplemente haz que tu objetivo sea aferrarte a Cristo. Permanece en él. Acude a él como tu fuente de fortaleza y como Aquel a quien tus pensamientos deben obedecer. Lee la Palabra de Dios. Escucha sermones. Adóralo. Deja a un lado las distracciones y reclama tiempo para él. Entiende que si algo bueno llega a tu vida, él será el conducto.
El deber dominante del discípulo es aferrarse a Jesús. Y cuando te aferras a Jesús, llenas tu mente con la verdad de Dios. Desarmas al enemigo y mantienes la ansiedad a raya. Recibes la verdad de Dios. Y esa verdad te hace libre: libre del miedo, libre del pavor y, sí, libre de la ansiedad.
Tener ansiedad solo significa que eres humano. No significa que estés emocionalmente subdesarrollado, que seas estúpido, que estés poseído por un demonio o que seas un fracaso. No significa que tus padres te hayan fallado, o viceversa. Y esto es importante, no significa que no seas cristiano. Sí, incluso los cristianos luchan contra la ansiedad. El mismo Jesús luchó contra la ansiedad en el Huerto de Getsemaní. Pero él no permaneció ansioso. Y tú tampoco deberías hacerlo.
Un nuevo día te espera. Una nueva temporada en la que te preocuparás menos y confiarás más. Una temporada con menos miedo y mayor fe. ¿Te imaginas una vida en la que no estés ansioso por nada?
Dios puede hacerlo. Y, con su ayuda, la experimentarás.
Responde
¿De qué manera tu comprensión de la soberanía de Dios sobre tus problemas te ha ayudado a mantener tus pensamientos en las cosas buenas? ¿Cuándo ha sido esto una lucha para ti?
¿Qué significa para ti poner tus ojos en Jesús? ¿Cómo te ayuda hacer esto a mantener tus pensamientos cautivos y obedientes a Cristo?
¿Qué estrategia puedes establecer para la próxima vez que la ansiedad intente apoderarse de tu corazón y tu mente?
Escritura
Acerca de este Plan
El autor de bestsellers Max Lucado explora el plan de tratamiento de Dios para la ansiedad que se encuentra en Filipenses 4:4–8. Al seguir esta receta – celebrar la bondad de Dios, pedirle ayuda, entregarle tus preocupaciones y meditar en las cosas buenas –experimentarás la paz de Dios. Aunque la ansiedad forme parte de la vida, no tiene por qué dominarla.
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