Encontrando la voluntad de Dios, parte 2Muestra

«Busca su voluntad desde el principio»

Los milagros tienen una manera especial de llamar nuestra atención. Una zarza ardiendo: ¿a quién le importa? Pero, ¿una zarza ardiendo que no se consume? ¡Eso es otra cosa! ¿Un hombre en una cruz? Miles de criminales enfrentaron la misma sentencia por los romanos. Pero, ¿un crucificado cuya tumba sellada está vacía? ¡Espera un momento! La sabiduría dice que nos paremos y que lo investiguemos.

Podemos equivocarnos de dos maneras en esta parte del proceso. Podemos intentar encender nuestra propia zarza ardiente, o podemos intentar apagar la llama de Dios. Ninguna de las dos opciones es sabia.

Algunos de nosotros somos culpables de una fe tipo «encendedor»: «Señor, mira la zarza que acabo de encender. Ahora, ¿podrías mantenerla encendida sin consumirse?». Quizá tengas algunas ideas excelentes —estoy seguro de ello—, pero la voluntad de Dios es mejor que tu mejor idea o que la mía.

Durante mucho tiempo fui el socio administrativo de una pequeña empresa llamada Dios y Yo, SL. Yo encendía la zarza y esperaba que Él la mantuviera encendida sin consumirse. Pero la verdad es que mis planes son limitados, tanto en visión como en «encendido», así que tienen tendencia a echarse a perder. Muchas personas se enfrían con Dios porque no ha mantenido ardiendo las zarzas que ellos crearon. Pero Él no tiene la obligación de hacerlo.

Recuerda: esta cosa llamada vida se trata de Dios, no de nosotros. No creas que su responsabilidad es simplemente bendecir nuestras ideas. Él es quien debe encender las zarzas, no nosotros. Mi ministerio se revolucionó completamente cuando entendí que la preparación de sermones no era un proceso de cumplir con mi deber y luego pedirle que bendijera el mensaje que había elaborado. Mis oraciones pidiendo su bendición y poder las hacía demasiado tarde. Yo ya había creado todo el asunto, con el corazón correcto, pero en el orden equivocado. Me estaba esforzando demasiado.

El cambio vino cuando me hice consciente de que le había estado pidiendo que bendijera mis ideas en lugar de pedirle su idea. El poder de Dios siempre acompaña a su voluntad. A medida que comencé a comprender esto, empecé a preguntarle: «Señor, ¿de qué quieres que hable? ¿Cuál es tu idea?» Ahora busco su voluntad desde el principio, en lugar de pedirle que bendiga mi idea al final.