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El voto de la prioridad

Jonathan y Michelle han estado casados por 10 años y sienten que están en su mejor momento mientras sirven a otros y ríen a la mesa con amigos.

Jonathan:

“No tendrás dioses ajenos delante de mí.”

Parece simple: No adorar a dioses de otras religiones.  Por supuesto, no me inclino ante un poder superior ficticio o sigo las enseñanzas de otras religiones. Tengo este mandamiento claro. ¿Qué tiene que ver con el matrimonio?

No tan rápido, intenta leer: “No tengas ninguna otra cosa o persona antes que a mí”. Esto es lo que fácilmente puedo anteponer a Cristo: mi matrimonio, trabajo, hijos, salud, y más. Aún toda cosa buena, hasta quitar a Dios del primer lugar. Entonces, se han convertido en dioses. He notado esto: cuando abruman las demandas de la vida es porque he puesto algo antes que a Dios. 

No hacer esto no es fácil, pero es por nuestro bien. Cuando tus prioridades están en orden —Dios, primero; matrimonio, segundo—no solo hay armonía en tu matrimonio, sino una profunda paz, confort y descanso espiritual en ti que no acaban. 

Michelle:

¡Muy a menudo, me doy cuenta de haber, accidentalmente, reemplazado a Dios del #1 y a Jonathan del #2 con cosas cotidianas por no tener prioridades claras! Hasta he puesto primero mi hobby. 

Poner a Dios en el primer lugar significa ser intencional en mi tiempo con Él, leer Su Palabra, buscarlo por encima de todo, ¡de todo! Esto no solo me afecta a mí, pues cuando mis prioridades están mal, mis necesidades no son satisfechas y busco que Jonathan cumpla con esto. Básicamente, le pido que me ponga primero; y eso no es justo. Solo Dios puede cubrir mis necesidades completamente. Estoy agradecida por aprender una y otra vez que mi matrimonio solo puede ser tan fuerte como yo lo sea en el Señor. ¡Y poner a Dios primero es lo único que funciona! 

Ora: Dios, ¿Qué he puesto de primero, segundo o tercero? ¿Me darías la fortaleza para hablar y decidir lo que sea necesario para ordenar mis prioridades? Amén.