Día 4: Cómo lidiar con los sueños rotos.

¿Alguna vez has tenido un sueño que murió?

Tal vez fue una idea de negocio que sabías que te haría ganar millones. Tal vez fue un romance de ensueño que se fue cuesta abajo.

A veces no vivimos felices para siempre. Los sueños no siempre se hacen realidad. Y para ser honesto, algunos sueños no deberían hacerse realidad. Pero eso no hace que duelan menos cuando se rompen frente a nuestros ojos.

Los soñadores están cerca del corazón de Dios: la Biblia está llena de ellos. El hecho de que algunos de tus sueños hayan resultado ser pesadillas no significa que debas dejar de soñar.

Pero recuerda que es posible que tu sueño tenga que morir antes de vivir.

En la Biblia, la historia de José, el soñador, termina con un felices para siempre. Pero José tuvo que pasar por varias experiencias de muerte para llegar allí, incluyendo traición, esclavitud, años de arduo trabajo y años en prisión. Estoy seguro de que hubo momentos en que pensó que su vida había terminado y que había perdido toda esperanza.

Pero cuando llegó el momento adecuado, Dios cumplió su sueño de maneras mucho más grandes de lo que José podría haber imaginado.

Los sueños de Dios siempre son más grandes que los sueños humanos. A veces nuestros sueños tienen que morir, al menos temporalmente, para que podamos morir a nuestros sueños. Es decir, tenemos que sacar nuestras ideas y nuestra confianza en nosotros mismos del pedestal y ponerlas en el altar. A veces, la muerte de nuestros pequeños sueños da paso a la realización del gran sueño de Dios. Nuestro buen sueño debe morir para dar paso al mejor sueño, a un sueño del tamaño de Dios.

Una vez que encontremos nuestra seguridad y confianza en Dios en lugar de algún logro o galardón temporal, podremos perseguir nuestros sueños sin perdernos en el proceso.

Entonces, si estás lidiando con el desánimo y el dolor por un sueño que nunca se hizo realidad, aprovecha este momento para acercarte a Dios. Dale tus expectativas a él. Deja que se aferre a tu sueño por un tiempo.

Estás a salvo en sus brazos, y tu sueño está a salvo en sus manos.