La MisiónMuestra
Todo ser humano está deseando encontrar una excusa para perder el control. Pero ninguno está dispuesto a entregarlo voluntariamente. Curioso, ¿verdad?
Algunas personas se dejan llevar por el alcohol, las drogas, las adicciones. Otros por las influencias externas, las modas, la cultura. Unos se dejan caer sobre los brazos del misticismo, las estrellas y los astros, mientras otros se abrazan fuerte a la lógica, el orden y las evidencias. Decimos buscar la libertad, y nos atamos a esclavitudes como la fama, el reconocimiento, el amor propio o las relaciones dependientes.
Pero, ¿qué hay detrás de todo eso?
El vacío. El pecado que habita en la naturaleza humana nos vacía y nos expone a nuestros peores miedos y buscamos con urgencia algo o alguien que nos salve, encubiertamente porque nos aterra ceder el control a otro ser, sobre todo si no podemos entenderle, porque es distinto a nosotros.
Hubo una mujer, de la cual nos habla la Biblia, que se encontró con Jesús en un momento crucial. La falta de control sobre su propia vida y el temor a ceder a otro ese dominio le hacía bailar de una relación a otra, todas ellas autodestructivas, sin la barrera protectora del compromiso y sin el cálido abrazo del hogar. Pero Jesús, que observa el corazón y escucha nuestras más grandes necesidades, le habla del agua de vida, que es Él mismo.
Esa mujer tenía dos opciones, seguir con la vida que la había llevado de un lado a otro, o aceptar el reto de Jesús, y dejarse transformar por Él. Puede parecer que la respuesta era sencilla, pero Jesús le ofrecía una fe que no se podía ver, una transformación que no se podía retratar más allá de un cambio interior.
Qué importante es, más allá de escuchar a Jesús, creer en lo que dice. ¿Cuántas veces Dios te ha hablado a través de una canción, una predicación, de tu lectura bíblica? ¿Y cuantas veces, más allá de oírle, le has creído? La mujer samaritana se puso en pie y le contó a la gente lo que le había ocurrido. ¿Qué hiciste tú?
Escritura
Acerca de este Plan
Dios obra de maneras que no podemos entender. Incluso cuando no somos capaces de ver qué está haciendo Dios, Él sigue obrando. Porque puede, pues es Dios. Nosotros somos tan antropocéntricos, que confiamos más en nuestros sentidos que en los de Él. Pero su obra se escapa de nuestras manos, de nuestro conocimiento. Y cuando andamos en sus caminos, nos topamos con su realidad. Y nuestra vida cambia para siempre.
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Nos gustaría agradecer a Iglesia Rey de Reyes por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.reydereyesad.org/