Abrumada por mis bendiciones (Parte 1)Muestra

Te conozco. Amas a tus hijos, pero estás más que cansada, más allá del agotamiento, ahogada en pañales, ropa y platos sucios, y no tienes idea de qué preparar para la cena esta noche. Además de eso, ¿se supone que debes enseñarles algo a tus hijos o volver a casa del trabajo con una buena actitud? Eso es demasiado.

Todo lo que quieres es tomarte una ducha sin que alguien grite en la puerta del baño, y darías casi cualquier cosa por una noche de sueño decente. Te sientes desapercibida, despreciada y abrumada. Eres una mamá.

Yo también soy mamá, aunque te adelanto en el camino. Ahora soy una abuela de 63 años orgullosa de 19 nietos, quien crió y educó en casa a siete hijos, a los que sorprendentemente todavía les agrado, y ¡todos vivimos para contarlo!

He estado donde estás. Es difícil. La maternidad no es un trabajo glamuroso, pero es la vocación más importante que jamás tendrás, una vocación que te enseñará cosas que no sabías que necesitabas saber.

Este trabajo eventualmente terminará, dejándote con canas, innumerables arrugas, piel flácida y, sin embargo, un corazón que ha crecido y se ha expandido de formas que no sabías que eran posibles. Si lo permites, este trabajo de la maternidad te hará más como Jesús.

Seamos honestas: los niños están necesitados. Nuestra inversión constante en sus vidas también nos deja sintiéndonos agotadas y necesitadas. Eso está bien porque también somos niñas. Hijas de Dios. Él nos ama como nosotras amamos a nuestros propios hijos, a pesar de nuestro desorden, nuestras actitudes atrevidas e incluso cuando le rompemos el corazón. Él nos ama aún más de lo que nosotras amamos a nuestros propios hijos. Él nos ama porque somos suyas.

Así como nuestros hijos dependen de nuestra guía, Él nos asegura que no tenemos que hacer eso de ser mamas solas. Él está con nosotras en cada paso si solo nos acercamos y le pedimos ayuda.

Recuerdo la historia de un niño pequeño, impacientemente parado en una larga fila para pagar en el supermercado. Su mamá sostiene su pequeña mano con firmeza mientras él continuamente trata de alejarse de su lado. "¡Mamá! Me estás lastimando”, se queja en voz alta.

"No soy la que se aleja", le responde.

Mamá cansada, ¿has pasado tiempo con Él recientemente? ¿Tomaste Su mano? ¿Pediste ayuda?

Padre, como Tu hija, Tu pequeña niña, me siento a Tus pies, cansada, desgastada y exhausta. Te pido que tu fuerza sea mía. Te necesito, profundamente. Que tu gran amor por mí se derrame en mi amor por mis hijos. Hoy, elijo estar a Tu lado, sosteniendo Tu mano mientras enfrentamos este día juntos.