Sabios Ante La OfensaMuestra
Manejando nuestro pesar
¿Qué espera no resulta difícil? Más aún cuando la justicia que uno espera parece tardarse. Ese orden que uno espera ver restablecido, cuando llega, parece saciar la sed que se inició justo en el momento de la ofensa, y calma nuestro espíritu, sana nuestras heridas, nos hace sentir amados, cuidados, protegidos... pero el proceso hasta llegar allí es complejo y de altibajos.
Dios ha escogido trabajar en nosotros a través de las pruebas y dificultades. Mal que nos pese, es de lo poco que nos hace reaccionar y poner los pies en el suelo respecto a quiénes somos nosotros y quién es Él. Una de esas pruebas tiene que ver, muchas veces, con los tiempos de espera hasta que el orden es recuperado tras una ofensa injusta. Y es precisamente en esos periodos en los que se pone más de manifiesto quién es quién.
No podremos manejar nuestro pesar mientras la justicia de Dios se hace palpable si no nos recordamos de nuevo que, en Su economía, las cosas funcionan distintas. Allí, dos y dos no suman cuatro, necesariamente. Nada suele ser lo que parece, y el efecto sorpresa de la acción de Dios nos descolocará constantemente, pero hemos de quedarnos allí para ver el final de la secuencia. ¿Nos lo vamos a perder?
Eso sí, lo que podemos esperar de la espera, valga la repetición, es justamente eso, espera, y también que, mientras tanto, parezca suceder lo contrario de lo que querríamos:
- quizá tendremos poco en nuestras manos mientras otros prosperan, pero estaremos del lado del Justo si nos apartamos del mal;
- tal vez no será tiempo de abundancia y restitución visibles aún, pero vienen de camino, porque Él es fiel;
- mantenernos en lo que a Él le agrada traerá honra a Su nombre y bendición para nosotros. Obedezcamos porque le amamos y también para que nos vaya bien, pero perseveremos, que es la consigna que más nos cuesta seguir.
Retenernos de aplicar nuestro propio remedio es, posiblemente, la misión más difícil ante la ofensa. Aplicar dominio propio se asemeja en nuestro texto a la capacidad de contener una ciudad, y es más bienaventurado hacerlo que mostrar nuestra fuerza.
Ese es el verdadero poder que tiene el cristiano: no necesita actuar en sus medios porque puede esperar en los de Otro y tener, además, la confianza de que Su acción siempre nuestra mejor opción.
Acerca de este Plan
La ofensa (y el dolor que trae) son experiencias universales. También lo mal que reaccionamos ante ellas. ¿Actuamos bien ante el dolor real, frente a un golpe palpable, ante algo que va mucho más allá de sensibilidades o de tener “la piel demasiado fina”? ¿Cómo responder SABIAMENTE ante las afrentas? Proverbios 16 nos da una estupenda hoja de ruta. ¿La exploramos juntos?
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