Sabios Ante La OfensaMuestra
Empieza recordando
Se hace fundamental para poder ser sabios saber cuál es nuestra posición respecto a Dios y también los demás. Una visión equivocada sobre esto nos alejará del tan necesario equilibrio para responder correctamente ante las ofensas.
Suele ser habitual que, cuando se nos agrede, nuestra atención se focalice en dos cuestiones, principalmente:
- nuestro dolor
- y cuál será la respuesta que daremos ante él.
Como consecuencia, también suelen darse extremos a evitar:
- autocompasión por excesiva atención a la ofensa y a nosotros mismos –somos bastante egocéntricos, pero se nos olvida que también somos deudores–,
- y dar una “respuesta justa” que, tantas veces, es impulsiva o vengativa, cuando de Dios hemos recibido misericordia.
Nuestro Dios ama el orden, pero este obliga a recordar de dónde hemos caído. Recordar que Dios está al control pondrá coherencia en nuestro desconcierto ante la agresión. Creemos que la nuestra es la mejor intervención, pero el Señor es quien puede ajustar nuestros pensamientos, caminos y disposiciones, y lo hará si le encomendamos nuestras obras.
Él y solo Él controla la situación. ¡Incluso tiene propósito con ese ofensor y sus acciones! ¡A Dios no se le escapa nada! El malo no mueve un dedo sin que Dios tenga la absoluta capacidad de reorientarlo para el bien de los que le amamos. Es más, el perverso y el ofensor no lo saben, pero lo que hacen contra cualquiera de los amados de Dios forma parte de un plan muy superior de Él para los Suyos, uno de bien en el que nosotros tenemos un papel fundamental, pero no siempre el que pensamos.
La venganza no es nuestra. Nosotros también ofendemos. Dios traerá orden de forma correcta si depositamos en Él el asunto. Nuestro llamado es a dejarle esa situación, y afirmar nuestros pensamientos en Su poder, en que el hombre propone y Dios dispone. Incluso la lengua, que solemos considerar bajo control (¡nada más lejos!), está realmente bajo Su poder en última instancia
- Para el impío, su proceder es el correcto, porque favorece su egoísmo;
- también nuestras decisiones nos suelen parecer adecuadas, porque al compararlas con la acción del ofensor, viendo nuestro dolor, y desde querer justicia, parece que “todo nos cuadra”,
- pero solo Dios tiene la capacidad de una visión y actuación equilibradas frente a la ofensa. Seguirlo o no es una decisión.
¿Queremos la mejor solución, o solo la nuestra?
Acerca de este Plan
La ofensa (y el dolor que trae) son experiencias universales. También lo mal que reaccionamos ante ellas. ¿Actuamos bien ante el dolor real, frente a un golpe palpable, ante algo que va mucho más allá de sensibilidades o de tener “la piel demasiado fina”? ¿Cómo responder SABIAMENTE ante las afrentas? Proverbios 16 nos da una estupenda hoja de ruta. ¿La exploramos juntos?
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