No Sé Si DeboMuestra

DECISIONES POR TODAS PARTES.

Escojo de partida dos textos que generan impresiones y reacciones bien distintas en nosotros cuando nos acercamos a ellos para tener luz sobre tomar decisiones.

El que encontramos en el Salmo 37:5 es uno de esos que nos encanta repetir y es, de hecho, versículo favorito para muchos de nosotros, al igual que el anterior (v.4). Pero es precisamente por esa razón que, desde la sobrefamiliaridad que nos producen las palabras que tanto hemos escuchado y repetido cual mantra, pareciéramos entender en ocasiones que simplemente se trata de hacer un “encargo” a Dios sobre lo que necesitamos o queremos, después pasamos a confiar, y quedamos finalmente a la espera de que pase lo que tenga que pasar. Quizá elegimos a nuestro gusto primero y luego se lo encomendamos, esperando que Él nos siga, y así con otras aproximaciones similares, en que usamos Sus promesas como si dijeran algo que nunca prometieron. De ahí la decepción posterior de tantos con “un Dios que no cumple”.

No son pocas las personas que toman decisiones de esta forma, ignorando el proceso reflexivo y exhaustivo que requiere acercase al Señor en busca de Su voluntad y ser serios con ella, haciéndonos preguntas sobre qué ha de escogerse para Su gloria, procurando honrarle en todo, y entresacando lo precioso de lo vil al separar lo bueno de lo malo. ¡Y no se me malentienda! No hay ningún problema en encomendar a Dios nuestro camino, confiar en Él y esperar a ver que es Dios (como nos recuerda también el Salmo 46:10). Pero hay buenas y malas formas de hacerlo.

Quedarnos con los versículos 4 y 5 agarrándonos a un enfoque semi-bucólico de lo que podemos esperar de Dios, e ignorando el 3 (en el que se nos dice que confiemos en el Señor y hagamos EL BIEN), nos deja en una posición en que pareciera que no hay tal cosa como una responsabilidad en nosotros por elegir correctamente.

Por eso creo que nuestro texto de Josué es un gran contrapeso a esa perspectiva sesgada con que leemos ciertas promesas:

• temor de Dios,
• servicio en integridad y verdad (lo que implica conocerle y también saber de Su carácter y voluntad para nosotros),
• apartar todas esas cosas que son dioses en nuestra vida (de los que nos agarramos para sentirnos bien y seguros cada día, salvadores funcionales, pero no reales)
• y escoger a quién y cómo serviremos realmente.