El Buen Pastor, inspirado en el Salmo 23Muestra
Nuestro hogar eterno
Josh Morris
“Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Mateo 16:19, (NVI)
“Enhorabuena por su nueva casa”, decía el correo electrónico. Mi esposa y yo habíamos firmado recientemente los documentos para nuestra tercera casa en solamente cuatro años, pero esta casa era distinta; no era nuestra, era alquilada. Durante los últimos 17 años, habíamos comprado las casas en las que vivimos, pero debido a una mudanza repentina y el nuevo año escolar que se acercaba apresuradamente, no pudimos darnos ese lujo. De hecho, estuvimos de acuerdo en alquilar antes de siquiera ver en persona la casa.
Nuestros hijos tenían grandes planes para su nueva habitación, pero nosotros descartamos esos planes cuando les explicamos que no íbamos a estar allí durante mucho tiempo. No era necesario colgar cosas en la pared ni hacer modificaciones para que la casa cubriera nuestras necesidades. Vivimos en esta casa con una sensación de que no era nuestra, pero mientras estuvimos allí, la cultura familiar, el ritmo y las tradiciones permanecían iguales. Aun así, sabíamos que estaríamos allí temporalmente.
De manera similar, nuestro tiempo aquí en la tierra es relativamente corto en comparación a la edad y la historia del planeta. Y es incluso más corto cuando lo comparamos a la eternidad que nos aguarda al otro lado de la muerte. Una vez que somos salvos por la gracia de Jesucristo y lo aceptamos a Él como Señor, nos convertimos en ciudadanos del cielo. Es tentador pensar en la brevedad de nuestra estadía terrenal de la misma manera en la que pienso sobre mi casa alquilada: no necesito hacer cambios de ningún tipo. No es necesario establecernos ni sentir que somos dueños de este lugar, ya que no nos pertenece. Esta, sin embargo, no es la manera en que Cristo nos ha llamado a vivir aquí en la tierra.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva, Él les dio dominio sobre la tierra y los animales. Ellos no estaban alquilando la tierra; eran dueños de ella. Sin embargo, optaron por entregarle esa propiedad a la serpiente, Satanás, cuando comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal. Miles de años después, Satanás tentó a Jesús ofreciendo devolverle la autoridad sobre la tierra. (¡Qué atrevimiento el de Satanás al ofrecer a Jesús una autoridad que no le correspondía dar!). La buena noticia es que Jesús no necesitaba el permiso de Satanás para reclamar esa autoridad. Cuando Cristo murió en la cruz, revirtió las consecuencias de la caída y recuperó las llaves de la tierra que Adán y Eva habían regalado. Jesús recuperó lo perdido y redimió lo que fue quebrantado.
Jesús nos ha dado, a ti y a mí, esas llaves del reino y nos ha llamado a traer su reino a la tierra. Lo que se ata aquí en la tierra es atado en el cielo, y lo que se desata aquí en la tierra es desatado en el cielo también (Mateo 16:19). Jesús se asocia con nosotros y nos autoriza a ejercer acciones del reino aquí en la tierra; tenemos a todo el cielo de nuestro lado.
Entonces, ya no veamos a la tierra como una casa de alquiler. El mundo necesita cambios mayores, y no podemos ver a Dios como el arrendatario que tiene que venir a reparar todos los problemas. Dios nos ha dado una responsabilidad en sus grandes planes y quiere que usemos el poder que tenemos con justicia y que seamos buenos administradores de esta casa. Podemos hacer mejoras, podemos hacer que esté mejor que antes. Aunque seamos ciudadanos del cielo y este no sea nuestro hogar eterno, por ahora, es nuestra casa.
Cuando fallamos en tomar posesión del mundo que Dios nos ha dado, es como entregarle su gran regalo directamente al enemigo. En vez de adoptar los caminos del mundo, nuestra ciudadanía celestial nos obliga a traer la cultura y las tradiciones del cielo a este lugar.
De manera que mientras esperas por el día en que verás tu hogar celestial, confía en que Cristo te ha equipado para ser un propietario bueno y caritativo de tu hogar terrenal. Acomódate y aprópiate de ella mientras dure. ¡Enhorabuena por tu nueva casa!
ORACIÓN
Señor, acepto y recibo la responsabilidad que me has dado para administrar esta tierra y a las personas que has puesto en mi vida. Confieso que no siempre he tomado el control sobre mis acciones y responsabilidades, y que muchas veces descuido las circunstancias. Me comprometo a administrar todo lo que me has dado y a hacer que este mundo sea mejor cada uno de los días en los que viva aquí. Lo que has creado es impresionantemente hermoso, y muchas veces lo he subestimado. Así que hoy, reflexiono sobre las obras maravillosas de tus manos y tu creatividad y me comprometo a unirme a ti para traer el reino de los cielos a este lugar, mi hogar. En el nombre de Jesús, amén.
PARA MEDITAR
- Pide al Espíritu Santo que te muestre las formas en las que no has abrazado completamente tu llamado para traer las prácticas celestiales al mundo.
- Pide al Espíritu Santo que te muestre formas en las que puedas ayudar en la obra del reino para traer la cultura celestial al mundo que te rodea.
Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?
VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días. Salmo 23:6
Acerca de este Plan
Jesús es el Buen Pastor, quien provee todo lo que necesitamos. Este devocional de 31 días está centrado en un pasaje de la Escritura que ha sido una fuente de fortaleza, paz y consuelo: el Salmo 23. En cada día del recorrido a través de este salmo tan preciado, tendrás la oportunidad de reflexionar sobre las muchas maneras en que Jesús demuestra su amor y su bondad en nuestra vida.
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