El Buen Pastor, inspirado en el Salmo 23Muestra
Dios, nuestro consolador
Casey Hale
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. 2 Corintios 1:3–4 (NVI)
Mi recorrido por la maternidad ha sido una lección larga de aprendizaje para conocer a Dios como mi consolador. Mi esposo y yo tenemos dos bebés en el cielo, y yo pasé mucho tiempo haciendo todo lo que pudiera para evitar el dolor de esos sufrimientos, lo que realmente significaba que evitaba dejar que Dios sanara mi corazón. Afortunadamente, a través de las señales divinas que el Señor me enviaba, finalmente me di cuenta de que su consuelo perfecto era lo que necesitaba en realidad. Me entristeció un poco pensar en el tiempo que pasé tratando de esconderme cuando el Señor estaba justo allí, esperando que lo dejara entrar. ¡Cuán dulce es su paciencia con sus hijos!
Por la gracia de Dios, mi esposo y yo tenemos ahora dos hijos en la tierra. Y aunque me entristezco siempre que veo que les duele algo, mi corazón se tranquiliza al momento en que ellos acuden a mí para que los consuele. Me encanta que se suban a mis piernas para que los abrace y los arrulle cuando lloran. Cuando cualquiera de ellos pasa por incluso el más pequeño raspón o la más leve sensación de dolor, quiero que mis hijos sepan que pueden acudir inmediatamente a mí. Para ellos, yo soy quien repara, sana y consuela. Y cuando nuestros ojos se encuentran, quiero que su primer pensamiento de alivio sea qué bien, allí está mi mamá.
Claro está, en mi naturaleza humana, todavía puedo incomodarme fácilmente por la frecuencia con la que mis hijos me necesitan. En este momento, como niños pequeños, dependen total y completamente de mí. Mientras aprenden a caminar y a hablar, me necesitan para prepararles la comida, para enseñarles cosas y para jugar con ellos. A medida que vayan creciendo, el nombre de “mamá” podría llegar a cansarme. Y cuando sean adultos, podrían no necesitarme en realidad. Sin embargo, yo quiero que ellos me busquen para que los consuele, aunque no haya un motivo. Quiero que mis hijos sepan con toda seguridad que siempre estaré a su lado, con los brazos abiertos y dándoles amor. ¡Es un gran honor ser madre!
Ya que yo he experimentado el amor perfecto y el consuelo de Dios, mi objetivo como madre, y como creyente, es consolar a los demás y, con el tiempo, guiarlos hacia Dios, nuestro Padre y Consolador, quien dice, hace y es exactamente lo que necesitamos. Es sencillamente Él. Cuando la Biblia habla de tener fe como la de un niño, creo que una parte de eso significa conocer instintivamente y sin duda alguna que Dios, nuestro Padre, está siempre con nosotros, con los brazos abiertos y dándonos amor. Él quiere consolarnos y Él nunca se incomoda. De hecho es un gozo para Él cuando sus hijos buscan su consuelo. El salmo 46:1 nos dice: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.
Creo que el corazón de Dios se entusiasma al momento en que lo invitamos a entrar en nuestras heridas porque sabemos, con toda confianza, que Él es todo lo que necesitamos. Me gusta imaginar a Dios rodeándome con sus brazos grandes y cálidos y sonriendo cuando, aliviada y consolada, digo: “qué bien, allí está mi Padre”.
ORACIÓN
Señor, te alabo porque tú eres el Padre de compasión y el Dios de todo consuelo. Gracias por querer consolarme y estar cerca de mí. Permite que siempre me acerque a tu presencia. Ayúdame a ver entre las personas que me rodean a aquellos que necesitan tu consuelo. Gracias por la sanidad que has hecho en mi corazón a través de tu consuelo perfecto. En el nombre de Jesús, amén.
PARA MEDITAR
- Pregunta a Dios: “¿Qué significa tu consuelo perfecto para mí?
- Pide a Dios que te revele cualquier área de tu vida donde podrías estar huyendo del dolor y bloqueando su consuelo y sanidad perfectos.
- Pide a Dios que te muestre cómo mejorar para invitarlo a sanar las lesiones de tu corazón.
- Pide a Dios que te dé sabiduría acerca de a quiénes de las personas que conoces puedes animar para que acudan a Él en busca de consuelo.
Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?
VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Salmo 23:4
Acerca de este Plan
Jesús es el Buen Pastor, quien provee todo lo que necesitamos. Este devocional de 31 días está centrado en un pasaje de la Escritura que ha sido una fuente de fortaleza, paz y consuelo: el Salmo 23. En cada día del recorrido a través de este salmo tan preciado, tendrás la oportunidad de reflexionar sobre las muchas maneras en que Jesús demuestra su amor y su bondad en nuestra vida.
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