El Buen Pastor, inspirado en el Salmo 23Muestra
Una mesa preparada para ti
Elisabeth Dunn
“Por eso les digo, no se preocupen por su vida...”. Mateo 6:25 (NBLA)
Crecí en una familia misionera, tuve el privilegio de cenar en diferentes mesas alrededor del mundo. Cada mesa estaba puesta de manera singular, y la comida preparada variaba desde deliciosos postres que hacían agua la boca hasta pasta y pan hechos en casa. En ocasiones, nos servían algo que no podíamos identificar muy bien; pero a la larga, decidíamos que era pollo… al menos la pata en el plato parecía una pata de pollo.
De un país a otro, cada una de estas mesas tenían una cosa en común: estaban preparadas con esmero y atención intencionales. En cada caso, la familia que preparaba la comida tenía en cuenta a quienes llegaban a cenar y lo que ellos podían hacer para que mi familia se sintiera bienvenida y amada.
De la misma manera en que aquellas mesas fueron amorosamente preparadas para mi familia, el Señor prepara una mesa para cada uno de nosotros. Muchas veces he imaginado la mesa del Señor preparada con un banquete extravagante, con alimentos y bebidas hasta donde alcance la vista. Y aunque me encanta imaginar este banquete en toda su gloria, sé que la mesa que el Señor ha preparado para mí es realmente su presencia.
No fue sino hasta que empecé a viajar sola, primero como adolescente y luego como joven adulta, que comencé a entender lo que dice el salmo 23:5: “Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos…”. Yo había visto y experimentado la provisión del Señor de muchas maneras milagrosas, pero todavía no me había sentado a su mesa (en su presencia) mientras estaba en presencia de mis enemigos. Aunque viajaba mucho y sola, mi seguridad física y las situaciones políticas que empeoraban (¡incluyendo una revolución!) no eran mi mayor preocupación. No, mis mayores preocupaciones –mis enemigos– eran el temor y la ansiedad. El temor de que hubiera cometido un error y que, de alguna manera, hubiese escuchado mal al Señor y tal vez no se suponía que yo estuviera en el campo misionero. La ansiedad de que mi solicitud de visa podría no ser aprobada. Preocupada de que no estaba haciendo lo suficiente o que no estaba trabajando lo suficientemente duro. Y, a veces, tenía miedo de que algo terrible me sucedería. Muchas de estas preocupaciones eran absurdas, pero en ese momento, parecían muy reales y alarmantes.
Aunque muchas veces estaba con un grupo o una organización durante mis viajes, hubo veces en que estaba real y verdaderamente sola: sola, sin nadie y luchado contra todos mis temores y preocupaciones. Desalentador, lo sé. Pero en esos momentos, cuando me sentía más sola, (ahora lo sé) el Señor estaba acercándome a Él.
Muchas veces me tomó más tiempo, del que quiero admitir, llevar mis temores y preocupaciones ante el Señor. Pero al momento en que lo hice, la forma en que veía mis circunstancias cambió. Inmediatamente sentía su presencia rodeándome, y yo sabía que ya no importaba lo que el temor estaba tratando de decirme o de qué manera estaba la ansiedad tratando de paralizarme. Esas cosas no estaban invitadas a sentarse a la mesa del Señor conmigo.
Todo lo que se requirió para tener acceso a la mesa del Señor (su presencia) fue una oración sencilla; una que he hecho muchas veces: “Jesús, no puedo hacer esto sin ti. Estoy preocupada y asustada. Ayúdame porque estoy en aprietos”. El Señor ha sido fiel en responderme cada vez, y yo sé que Él hará lo mismo por ti; incluso si tienes que hacer esa oración todos los días.
En su mesa encontrarás la paz que sobrepasa tu entendimiento, las esperanza que fortalece tu fe, el descanso para tu agotamiento y un lugar para dejar tus cargas. Tu confianza en el Señor será restaurada y sabrás, sin importar lo que suceda, que tú nunca estarás solo.
ORACIÓN
Jesús, gracias por tu fidelidad. Incluso cuando estoy en aprietos, sé que tú tienes el control de todo y que puedo confiar en que cuidarás de mí. Gracias porque siempre puedo entrar a tu presencia y sentarme a la mesa que has preparado solo para mí. En el nombre de Jesús, amén.
PARA MEDITAR
- Pregúntale al Señor si hay un área en tu vida que tú debes llevar a su mesa.
- Practica sentarte en su presencia y entregarle tus preocupaciones y temores.
Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?
VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Salmo 23:5
Acerca de este Plan
Jesús es el Buen Pastor, quien provee todo lo que necesitamos. Este devocional de 31 días está centrado en un pasaje de la Escritura que ha sido una fuente de fortaleza, paz y consuelo: el Salmo 23. En cada día del recorrido a través de este salmo tan preciado, tendrás la oportunidad de reflexionar sobre las muchas maneras en que Jesús demuestra su amor y su bondad en nuestra vida.
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