Dios, ¿qué hay de mí?Muestra

Mientras espero

Mientras esperas, recuerda que, como hijo del Dios Altísimo, cada estación es tu estación. Esta noción de que es solo nuestra temporada cuando las cosas salen como queremos es incorrecta y tóxica.

Cuando David estaba cuidando ovejas, todavía era su "temporada" y cuando José fue encerrado en prisión por un crimen que no cometió, todavía era su "temporada".

Mientras esperamos, lo que vemos físicamente desafiará nuestra fe en Dios porque no siempre habrá evidencia física de lo que estamos creyendo para que Él haga. En esos tiempos recuerda que vivimos por fe y no por vista. Tomamos nuestras decisiones sobre el fundamento de la fe en Dios, no por las limitaciones de nuestra situación actual. Mientras esperamos, aprendemos a someter nuestra voluntad, nuestra línea de tiempo de cómo deben suceder las cosas, e incluso nuestras metas a Dios. En Sus manos está el lugar más seguro para estar, porque solo Él tiene la capacidad de vivir hoy, mañana y el próximo año.

Esperar revela qué ya quién adoramos. Revela miedos profundamente arraigados e incluso creencias ansiosas ocultas. Cuando los israelitas esperaban llegar a la tierra prometida, buscaban la gratificación instantánea porque eso era lo que valoraban. Querían volver a la esclavitud en lugar de esperar y soportar el viaje porque en sus corazones estaban adorando a otros dioses.

Esperar nunca se desperdicia. Dios no estaba reteniendo Su promesa de los israelitas—Él los estaba preparando. Cuando te encuentras insatisfecho con tu situación, ¿a qué recurres? La respuesta a esta pregunta revela mucho sobre tu corazón.

Mientras esperamos, Dios nos prepara para lo que viene. Cada día Dios está hablando, pero si nos enfocamos en el futuro y descuidamos a Aquel que nos está guiando, entonces no lo escucharemos. Por lo tanto, el tiempo pasará, pero solo estaremos tan frustrados y despistados como el primer día porque no recibimos ninguna dirección de Aquel a quien decimos servir.