Una sacudida de gozoMuestra

Pablo, el más grande teólogo y evangelista de todos los tiempos, está otra vez en dificultades. Le han pillado predicando la Palabra de Dios en el sitio y en el momento equivocados. De todas formas, antes de mandarle a prisión, el rey Agripa decidió escuchar la versión de Pablo de lo acontecido. Agripa fue llevado al salón de audiencias en toda su pomposidad y grandeza y se sentó entre los líderes políticos de su tiempo.

Cuando la multitud guardó silencio delante delante de su majestad, el rey Agripa, que era conocido como un poderoso y exigente gobernador, miró en dirección de Pablo y le permitió hablar por si mismo.

¿Cómo habría respondido yo a una situación así? Con toda seguridad, mi corazón se me estaría saliendo del pecho. Muchos de nosotros estaríamos preguntándonos donde estaría Dios en todo este asunto. "¿Es Dios real? ¿He estado predicando el Evangelio de Su Nombre y ahora tengo que defenderme a mi mismo ante el hombre más poderoso que hay?".

Sé que habría estado rogando a Dios para que no me dejara vomitar o desmayarme en la presencia de este hombre que podría hacerme matar o mandarme a prisión con un sólo movimiento de su autoritaria cabeza.

Pablo, con calma, extendió su mano en dirección a Agripa y comenzó una de las más elocuentes defensas de todos los tiempos con estas sentidas palabras: "Con respecto a todo aquello de que los judíos me acusan, me considero afortunado, oh rey Agripa, de poder presentar hoy mi defensa delante de ti" (Hechos 26:2. LBA)

Pablo permaneció seguro de si mismo ante la presencia del hombre más importante de su tiempo: "me considero afortunado..." La próxima vez que estés en un apuro, ¿te considerarías afortunado?

La próxima vez que las cosas no salgan como esperas, ¿pensarías que eres afortunado?

La próxima vez que estés a punto de explorar, ¿por qué no intentas, como hizo Pablo, en considerarte afortunado?

Podemos cambiar la forma en la que pensamos porque hemos conocido a Jesucristo. Podemos cambiar la manera en que nuestra mente procesa las circunstancias porque sabemos que el Dios de la Creación siempre tendrá la última palabra. Te desafío... ¡a considerarte hoy afortunado!