Las promesas de DiosMuestra
APROPIÁNDONOS DE LAS PROMESAS DE DIOS
Tengo la impresión de que para muchos cristianos el problema más serio radica en creer en las promesas de Dios. Es verdad que son lindas palabras y nos animan, pero no podemos dejar de preguntarnos: ¿funcionan en realidad?
Inconscientemente al menos nos cuestionamos si Dios es fiel a sus promesas.
El evangelista Moody declaró con confianza: «Dios nunca hizo una promesa que fuera demasiado maravillosa como para ser verdad». Piensa en esa aseveración.
En el Antiguo Testamento leemos: «No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la Casa de Israel; todo se cumplió» (Josué 21:45. Compara con Josué 23:14-15). Años más tarde Salomón declaró: «Bendito sea Jehová que ha cumplido su promesa y ha dado reposo a su pueblo Israel; ni una palabra ha dejado de cumplir de todas las maravillosas promesas dadas por su siervo Moisés» (1 Reyes 8:56).
Ninguna de las promesas de Dios ha faltado. Todas se han cumplido. Los únicos absolutos que podemos proclamar son aquellos que hallamos en la Palabra de Dios. El hombre tiene conocimientos y puede adquirir más independientemente de la revelación de Dios, pero la Biblia testifica de cosas que van más allá de todo eso.
Dios muchas veces ha hecho declaraciones en su Palabra de verdad, y ha dado a su pueblo «preciosas y grandísimas promesas» (2 Pedro 1:4).
Algunas de sus promesas fueron hechas específicamente a un individuo (Josué 14:9), a un grupo de personas (Deuteronomio 15:18) o incluso a una nación (Hageo 1:13). Debemos tener cuidado de no pedir a Dios el cumplimiento de promesas que fueron dadas de manera específica a otra persona. Afortunadamente, muchas de las promesas del Antiguo Testamento, están repetidas en el Nuevo, y son nuestras para pedirlas a Dios hoy también. Dios prometió a Josué: «No te dejaré ni te desampararé» (Josué 1:5). En Hebreos 13:5 Dios transfiere esa promesa a nosotros como cristianos.
El predicador Carlos Spurgeon señaló: «Oh hombre, te ruego, no trates las promesas de Dios como si fueran curiosidades para un museo; sino créelas y úsalas». Nos apropiamos de las promesas de Dios aprendiéndolas (a través del estudio y la memorización), viendo nuestra necesidad de ellas, y dándole tiempo a Dios para que las haga parte de nuestra experiencia diaria.
El teólogo J.I. Packer dice: «Antes de conceder sus promesas, Dios enseña al creyente a valorar esos regalos que promete haciendo que el creyente espere por ellos, y obligándolo a orar persistentemente para recibirlos».
Dios ha prometido satisfacer todas nuestras necesidades. Pero por otra parte debemos pedir su provisión. Cristo dice: «Pide y se te concederá lo que pidas. Busca y hallarás. Llama y te abrirán» (Mateo 7:7 BD).
Cada una de las promesas que podemos pedir en el nombre de Cristo están garantizadas y serán cumplidas por Dios en nuestro favor para su gloria (Juan 14:13-14; 2 Corintios 1:20).
¿Cuál es la necesidad de tu corazón hoy, amigo mío? El Señor ha prometido suplir esa necesidad. Por lo tanto, no solo debes creer en Dios, sino creerle a Dios. Si estás dispuesto a abrir tu corazón al Dador y Cumplidor de cada promesa, me gustaría guiarte en unos simples pasos. En el último día de este plan encontrarás un link que podrás visitar y allí compartir conmigo tu decisión diciendo: «Sí, Luis, creo en Dios y hoy decido profundamente creerle a Dios».
Luis Palau
Acerca de este Plan
Las promesas que el Señor Jesús hizo son firmes y verdaderas, pero se cumplirán según el tiempo de Dios. «En el momento preciso te responderé…» (Isaías 49:8). Si esperamos pacientemente el tiempo perfecto de Dios podremos decir con Josué: «Ni una sola de todas las buenas promesas que el Señor le había hecho a la familia de Israel quedó sin cumplirse; todo lo que Él había dicho se hizo realidad.»
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Nos gustaría agradecer a la Asociación Luis Palau por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: http://www.luispalau.net