El valor de la planificaciónMuestra

La planificación requiere visión

«Donde no hay visión, el pueblo se extravía (desenfrena)…» (Proverbios 29:18a)

Sin visión se carece de rumbo

Sin visión hay mucha dispersión. Es muy difícil avanzar hacia un futuro cierto si no hay un norte que guíe. Por eso el proceso de planificar o prever el futuro requiere la articulación clara e inspiradora de una visión o sueño del futuro deseado, que brinde un cauce para la acción. 

Las visiones proporcionan a las personas u organizaciones una perspectiva de la manera como pueden ser las cosas, y la percepción de que es posible llegar al lugar de destino anhelado. En este sentido, la visión proporciona una brújula que orienta el proceso de planificación. 

La falta de visión desenfrena. La raíz de la palabra desenfreno evoca la soltura de amarras, quedar a la deriva, andar sin control, carecer de una guía para avanzar. 

La visión aporta inspiración y enfoque a la persona u organización

Por otra parte, la falta de visión desenfoca, al carecer de un foco o brújula que le guíe y la permita canalizar la acción. La visión, por el contrario, permite enfocar la energía de la persona (recursos, habilidades, talentos, vocaciones, tiempo) hacia objetivos específicos. 

La visión permite alinear las metas y los planes con coherencia. Sirve de hilo conductor. De lo contrario, las metas y planes son pura actividad. Se requiere de una visión que inspire, anime a las personas a enfocarse en las metas y ejecutar los planes de acción. En este sentido, la visión necesita tener implícita la imagen de un futuro mejor, prometedor y esperanzador, que aporte motivación a las personas que van a ejecutar los planes. La visión, pues, es inherente a una planificación exitosa.   

Al observar la acción de Nehemías o Josué se puede ver cómo estos líderes inyectaron al pueblo una visión de un futuro mejor (una ciudad reconstruida y segura, y una tierra prometida), que fue la inspiración para el trabajo enfocado.