Elegido: Acuérdate del Evangelio todos los díasMuestra

Una de las principales maneras en que entrenamos nuestras almas para amar a Dios es predicando el Evangelio a nuestras almas. Cuanto más tu alma vea la cruz de Jesús, más gratitud y adoración brotará dentro de ti. Los humanos están condicionados a responder de esa manera al sacrificio. Y sería difícil imaginar un sacrificio mayor que el que hizo Jesús.

Si viajas por el mundo, una frase que resuena casi universalmente -en todo tipo de cultura- es la línea familiar del Salmo 103:1 "Bendice, alma mía, al Señor".

Descifra esta oración. David está entrenando su alma para predicarle. David le dijo a su alma cómo sentir y cómo responder al Evangelio: Alma, bendice a Dios, quieras o no. No sólo estaba cantando una línea bonita; estaba hablando consigo mismo, desafiando a su alma a dar un paso adelante. La Escritura describe este hábito, diciendo: "David se fortaleció en el Señor" (1 Samuel 30:6, esv).

Es realmente un arte perdido del cristianismo, una hermosa disciplina. En lugar de seguir las señales de tu estado de ánimo actual, de la cultura inconstante, de la gente que te rodea o, lo que es más trágico, de los medios de comunicación social, mira tu alma a los ojos y dile que mire a la cruz, a la resurrección. Ordena a tu alma que beba en la bondad de Cristo, cuyos hombros magullados y astillados llevaban el peso de tu pecado.

A veces debes literalmente forzar a tu alma a mirar. Juan el Bautista llamó al cosmos: "¡Mira!" o "¡Tienes que mirar!" Él dijo: "Mira, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". (Juan 1:29). Esta es una orden diaria. ¡Debemos mirar! Mire a la cruz donde Jesús sufrió increíblemente por un pecado que Él nunca cometió para que usted pudiera regocijarse grandemente en la justicia que nunca mereció.

El Evangelio se convierte en alimento diario para nuestras almas, fortaleciendo nuestros corazones. Es mucho más difícil quejarse, sentir lástima por nosotros mismos, o estar llenos de ansiedad cuando nuestras almas ven la sangre corriendo por el rostro de Cristo perforado por espinas. La gratitud se acumula naturalmente en nuestros corazones cuando hacemos esto a lo largo del día.