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Una llamada a la alegría

Mientras estaba encadenado, Pablo se alegraba. Qué podría haber traído tal alegría a su corazón mientras soportaba un dolor terrible y circunstancias injustas? Pablo comprendió que su rescate espiritual nunca podría serle arrebatado. Cuando todo lo demás era oscuro, su salvación le trajo alegría.

El libro de Filipenses nos llama a una vida de alegría. En la salvación, Dios nos da una alegría que se apoya en algo más seguro que cualquier cosa en la tierra. Nuestra alegría descansa en Jesús: Su vida perfecta, su muerte en sacrificio, su resurrección milagrosa.

Aunque hayamos cometido errores y aunque sigamos luchando con el pecado, si estamos en Cristo, nada puede separarnos del amor de Dios. Tenemos a nuestra disposición una fuente eterna de alegría.

Jesús recordó fielmente a sus seguidores que la base de su alegría no era el éxito de su ministerio, sino el hecho de que Dios los había rescatado y redimido. La salvación es el mayor regalo que podemos recibir. Nuestro rescate es la fuente de abundante alegría. Este es el evangelio o la "buena noticia".

En el mundo grecorromano, el término evangelio era utilizado a menudo por el emperador después de una batalla exitosa. Enviaba a su enviado delante de él, declarando la "buena noticia" de la victoria. Esto provocaba el regocijo y la celebración de todos los que estaban bajo el reinado del emperador.

Cuando Pablo compartió el evangelio de Dios con el pueblo de Filipos, habló como un enviado de una victoria celestial. Esta misma buena noticia ha viajado dos mil años para llegar a ti y a mí hoy.

El pecado que nos atrapaba, que nos ataba con fuerza, ha sido vencido. ¡El juicio que tú y yo merecíamos con razón ha sido perdonado! La muerte de Cristo en la cruz pagó la pena de nuestro pecado, y su resurrección asegura nuestra victoria. Así como a Él se le dio un nuevo cuerpo, a nosotros se nos darán cuerpos nuevos. Así como Él ahora reina al lado del Padre, así nosotros reinaremos con Él.

Tenemos mucho que celebrar. No importa lo que ocurra en nuestras vidas, si estamos bajo el reinado de Cristo, la victoria está asegurada. Podemos enfrentarnos a dificultades, luchas, discordias relacionales, enfermedades físicas y otras pruebas dolorosas en nuestro camino. Pero al final venceremos. Todo se arreglará. Un día estaremos en casa con nuestro Rey, totalmente descansados y seguros para la eternidad.

¿Cómo cambia la perspectiva eterna tu visión de tu vida actual?