JOB 15:1-35
JOB 15:1-35 DHHE
El sabio no responde con palabras huecas ni se hincha con razones que sólo son viento; no habla por hablar ni usa argumentos sin valor. Pero tú acabas con la reverencia a Dios: ¡destruyes la devoción sincera! Tu mala conciencia hace que hables así y que uses palabras engañosas. No hace falta que yo te acuse, pues tu propia boca te condena. ¿Piensas que antes de ti no había nadie o que ni siquiera existían las montañas? ¿Acaso te crees el consejero privado de Dios o el único sabio del mundo? ¿Qué sabes tú que nosotros no sepamos? ¿Qué conoces tú que nosotros ignoremos? ¡Nosotros somos gente ya madura, con más experiencia que tu propio padre! ¿No te basta con que Dios mismo te consuele y con que te hablemos suavemente? ¿Por qué te dejas llevar de la pasión y echas chispas por los ojos? ¿Por qué te enfureces contra Dios y das rienda suelta a tus protestas? No hay hombre que sea puro ni que esté libre de culpa. Si ni aun los ángeles merecen toda su confianza, si ni siquiera el cielo es puro a sus ojos, ¡mucho menos el hombre, corrompido y despreciable, que hace el mal como quien bebe agua! Escúchame, pues te voy a decir algo que sé por experiencia, algo que los sabios nos enseñan. Ellos lo aprendieron de sus antepasados, a quienes fue dada la tierra y entre quienes no hubo mezcla de extranjeros. La vida del hombre malvado y violento es corta y llena de tormentos. Oye ruidos que le asustan; cuando más seguro está, le asaltan los ladrones. No tiene esperanza de escapar de la oscuridad: ¡un puñal le espera para matarlo! Su cadáver servirá de alimento a los buitres; él sabe que su ruina es inevitable. La oscuridad le llenará de terror, y le asaltarán la angustia y la desgracia, como cuando un rey ataca en la batalla. Esto le pasa al que levanta su mano contra Dios, al que se atreve a desafiar al Todopoderoso, al que, protegido con un escudo, se lanza de forma insolente contra Dios. Llenos de grasa tiene la cara y los costados. Las ciudades donde viva quedarán en ruinas; las casas quedarán abandonadas y convertidas en un montón de escombros. No será rico por mucho tiempo ni se extenderán sus posesiones en la tierra. No podrá escapar de las tinieblas. Será como una planta cuyos retoños quema el fuego o cuyas flores arranca el viento. Que no confíe tontamente en el engaño, pues no logrará más que ser engañado. Antes de tiempo se secarán sus ramas, y no volverán a reverdecer. Será como una vid cuyas uvas no maduran, como un olivo cuyas flores se caen. Los impíos no tendrán descendencia, y sus casas, enriquecidas por el soborno, arderán en el fuego. Están preñados de maldad y dan a luz desdicha; el fruto que producen es el engaño.