1 REYES 22:16-53
1 REYES 22:16-53 DHHE
Pero el rey le respondió: –¿Cuántas veces te he de decir que bajo juramento me declares solo la verdad en el nombre del Señor? Entonces Micaías dijo: “He visto a todos los israelitas desparramados por los montes, como ovejas sin pastor. Y el Señor ha dicho: ‘Estos no tienen dueño; que cada cual vuelva en paz a su casa.’ ” El rey de Israel dijo a Josafat: –¿No te he dicho que este hombre nunca me anuncia cosas buenas, sino solo cosas malas? Micaías añadió: –Por eso que has dicho, escucha la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono, y a todo el ejército del cielo que estaba de pie, junto a él, a su derecha y a su izquierda. Entonces el Señor preguntó quién iría a incitar a Ahab para que atacara a Ramot de Galaad y cayera allí. Unos decían una cosa y otros otra, pero un espíritu se presentó ante el Señor y dijo que él lo haría. El Señor le preguntó cómo lo iba a hacer, y el espíritu respondió que iba a inspirar mentiras en todos los profetas del rey. Entonces el Señor le dijo que, en efecto, conseguiría engañarle, y que fuera a hacerlo. Y ahora ya sabes que el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en labios de todos estos profetas tuyos, y que ha determinado tu ruina. Entonces Sedequías, hijo de Quenaaná, acercándose a Micaías le dio una bofetada, y dijo: –¿Por dónde se me fue el espíritu del Señor para hablarte a ti? Micaías le respondió: –Lo sabrás el día que andes escondiéndote de habitación en habitación. Entonces el rey de Israel ordenó: –¡Apresad a Micaías y llevadle ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo! Decidles que yo ordeno meterle en la cárcel y tenerle a ración corta de pan y agua, hasta que yo regrese sano y salvo. Todavía añadió Micaías: “Si tú vuelves sano y salvo, el Señor no ha hablado por medio de mí.” Así pues, el rey de Israel, y Josafat, el rey de Judá, avanzaron contra Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: –Yo voy a entrar en la batalla disfrazado, y tú te pondrás mi ropa. Así que el rey de Israel se disfrazó y entró en combate. Pero el rey de Siria había ordenado a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate que no atacaran a nadie que no fuera el rey de Israel. Y cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron que él era el rey de Israel y le rodearon para atacarle. Entonces Josafat gritó pidiendo ayuda, y al ver ellos que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirle. Pero un soldado, disparando su arco al azar, hirió de muerte al rey de Israel por entre las juntas de la armadura. Este ordenó entonces al conductor de su carro: –Da la vuelta y sácame del combate, porque estoy gravemente herido. La batalla fue dura aquel día, y al rey se le mantuvo en pie en su carro, haciendo frente a los sirios. Pero a la tarde murió, pues la sangre de su herida corría por la plataforma del carro. Cuando ya el sol se ponía, corrió la voz entre las filas del ejército: “¡Cada cual a su pueblo y a su tierra, porque el rey ha muerto!” Entonces el rey fue llevado a Samaria, y allí lo enterraron. Después lavaron el carro en el estanque de Samaria, donde se bañaban las prostitutas, y los perros lamieron la sangre de Ahab, conforme a lo que el Señor había anunciado. El resto de la historia de Ahab y de todo lo que hizo, y del palacio de marfil y las ciudades que construyó, está escrito en el libro de la crónicas de los reyes de Israel. Murió Ahab, y después reinó en su lugar su hijo Ocozías. En el cuarto año del reinado de Ahab en Israel, Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá. Tenía entonces treinta y cinco años, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Silhí. Josafat se condujo en todo con rectitud, como Asá, su padre. Sus hechos fueron rectos a los ojos del Señor. Sin embargo, los santuarios paganos, donde el pueblo ofrecía sacrificios y quemaba incienso a los ídolos, no fueron quitados. Josafat hizo un tratado de paz con el rey de Israel. El resto de su historia, de sus hazañas y de las guerras en que tomó parte, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Josafat fue quien desterró del país a los que aún practicaban la prostitución como un culto, los que habían quedado desde el tiempo de Asá, su padre. (En Edom no había entonces rey, sino solo un intendente.) Josafat construyó también barcos como los de Tarsis, para traer oro de Ofir; pero no pudieron ir porque se hicieron pedazos en Esión-Guéber. Entonces Ocozías, hijo de Ahab, dijo a Josafat que permitiera a sus marinos acompañar a los suyos en los barcos, pero Josafat no lo permitió. Josafat murió y fue enterrado en la Ciudad de David, su antepasado. Después reinó en su lugar su hijo Joram. En el año diecisiete del reinado de Josafat en Judá, Ocozías, hijo de Ahab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, y reinó durante dos años. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues siguió el mal camino de su padre y de su madre, y de Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. Además rindió culto a Baal y lo adoró, como antes había hecho su padre, provocando así la ira del Señor, el Dios de Israel.