LUCAS 6:12-49
LUCAS 6:12-49 RV2020
En aquellos días subió al monte y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro; a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; a Mateo, a Tomás y a Jacobo, hijo de Alfeo; a Simón, llamado Zelote; a Judas, hermano de Jacobo, y a Judas Iscariote, el traidor. Descendió con ellos del monte y se detuvo en un lugar llano. Junto a ellos había muchos de sus discípulos y una gran multitud de gentes de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades. También sanó a quienes habían sido atormentados por espíritus inmundos. Todo el mundo procuraba tocarle porque salía de él un poder que sanaba a todos. Y Jesús, dirigiendo su mirada hacia los discípulos, decía: —Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los demás os odien y os excluyan, os insulten e infamen vuestro nombre por causa del Hijo del Hombre. Gozaos y alegraos en ese día pues vuestra recompensa es grande en los cielos. Así hacían también sus antepasados con los profetas. Mas ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque os lamentaréis y lloraréis. ¡Ay de vosotros, cuando todo el mundo os alabe!, porque así hacían sus antepasados con los falsos profetas. Mas a vosotros, que me escucháis, os digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra. Al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale. Al que tome lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva. Y así como queréis que hagan los demás con vosotros, también haced vosotros con ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis? Los pecadores también hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores con la esperanza de recibir de ellos otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada a cambio. Así obtendréis gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno incluso con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos como también vuestro Padre lo es. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: medida buena, apretada, remecida y rebosante os revertirá en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís os medirán. Les dijo también una parábola: —¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no es superior a su maestro, pero todo discípulo bien preparado puede ser como su maestro. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo te atreves a decir a tu hermano: «Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo»? Hipócrita, saca primero la viga que está en el tuyo. Entonces podrás sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. Ningún árbol bueno produce frutos malos, ni tampoco un árbol malo produce frutos buenos. Porque cada árbol se conoce por su fruto: No se cogen higos de los espinos ni de las zarzas se vendimian uvas. Del hombre bueno, como su corazón es rico en bondad, brota el bien, sin embargo, del hombre malo, como su corazón es rico en maldad, solo brota el mal; porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué me llamáis «Señor, Señor» y no hacéis lo que yo digo? Os indicaré a quién se asemeja aquel que viene a mí, oye mis palabras y actúa en consecuencia. Es semejante al hombre que al edificar una casa cavó y ahondó y puso el cimiento sobre roca. Cuando vino una crecida, el río golpeó con ímpetu contra aquella casa, pero no pudo moverla porque estaba fundada sobre roca. Pero el que oyó mis palabras y no actuó en consecuencia es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento sólido. El río batió con ímpetu contra ella, la derribó y la dejó completamente en ruinas.