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SALMOS 31:9-24

SALMOS 31:9-24 BLP

Apiádate de mí, Señor, que soy presa de la angustia; se consumen de pena mis ojos, todo mi ser y mis entrañas. Se agota mi vida en el dolor, en gemidos mi existencia, se debilita mi fuerza por mi maldad y mis huesos se consumen. Soy la burla de mis adversarios y, aún más, la de mis vecinos, el horror de los que me conocen; quien me ve por la calle, huye de mí. He sido olvidado como un muerto, soy como un cacharro roto. Puedo oír a muchos difamando, hay terror por todas partes; contra mí conspiran juntos, traman arrebatarme la vida. Pero yo, Señor, en ti confío, yo he dicho: «Tú, Señor, eres mi Dios». Mi destino está en tus manos, líbrame de mis rivales y de quienes me persiguen. Muéstrate favorable con tu siervo, por tu amor ponme a salvo. Señor, a ti te invoco, que no quede defraudado; queden así los malvados, que en el abismo sucumban. Enmudezcan los labios mentirosos que se insolentan contra el justo llenos de orgullo y desprecio. ¡Qué inmensa es la bondad que reservas a quien te venera! La ofreces a quienes en ti confían, y todo el mundo es testigo. Tu rostro los ampara y protege de las conjuras humanas; los resguardas en tu Tienda de las lenguas pendencieras. ¡Bendito sea el Señor que me demostró su amor en momentos de angustia! Yo, azorado, llegué a pensar: «Me has apartado de tu presencia». Pero tú oías mi voz suplicante mientras a ti clamaba. ¡Amad al Señor todos sus fieles! El Señor cuida a quienes son leales y a los arrogantes castiga con creces. ¡Manteneos firmes, seguid con ánimo cuantos en el Señor tenéis esperanza!

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