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SALMOS 31:9-24

SALMOS 31:9-24 Reina Valera 2020 (RV2020)

Ten misericordia de mí, Señor, porque estoy angustiado; se han consumido de tristeza mis ojos, también mi alma y mi cuerpo. Mi vida se va gastando de dolor y mis años de suspirar; ¡se agotan mis fuerzas a causa de mi maldad y mis huesos se consumen! Todos mis enemigos se burlan de mí, y, aún más, mis vecinos; soy el horror de mis conocidos. ¡Los que me ven afuera huyen de mí! He sido olvidado de su corazón como un muerto; he llegado a ser como un vaso quebrado. Oigo la calumnia de muchos; el miedo me asalta por todas partes, mientras conspiran juntos contra mí e idean quitarme la vida. Mas yo en ti, Señor, confío; digo: «¡Tú eres mi Dios!». En tu mano están mis tiempos. Líbrame de manos de mis enemigos y de mis perseguidores. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; ¡sálvame por tu misericordia! No sea yo avergonzado, Señor, ya que te he invocado; ¡sean avergonzados los impíos, estén mudos en el seol! Enmudezcan los labios mentirosos, que hablan contra el justo cosas duras con soberbia y menosprecio. ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los seres humanos! En lo recóndito de tu presencia los pondrás a salvo de las conjuras humanas; los pondrás en tu tabernáculo a cubierto de las malas lenguas. Bendito sea el Señor, porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada. Decía yo en mi apuro: «Excluido soy de delante de tus ojos»; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamé. Amad al Señor, todos vosotros sus santos; el Señor protege a los que le son fieles, pero castiga con severidad a los que proceden con soberbia. Esforzaos todos vosotros, los que esperáis en el Señor, y tome aliento vuestro corazón.

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SALMOS 31:9-24 La Palabra (versión española) (BLP)

Apiádate de mí, Señor, que soy presa de la angustia; se consumen de pena mis ojos, todo mi ser y mis entrañas. Se agota mi vida en el dolor, en gemidos mi existencia, se debilita mi fuerza por mi maldad y mis huesos se consumen. Soy la burla de mis adversarios y, aún más, la de mis vecinos, el horror de los que me conocen; quien me ve por la calle, huye de mí. He sido olvidado como un muerto, soy como un cacharro roto. Puedo oír a muchos difamando, hay terror por todas partes; contra mí conspiran juntos, traman arrebatarme la vida. Pero yo, Señor, en ti confío, yo he dicho: «Tú, Señor, eres mi Dios». Mi destino está en tus manos, líbrame de mis rivales y de quienes me persiguen. Muéstrate favorable con tu siervo, por tu amor ponme a salvo. Señor, a ti te invoco, que no quede defraudado; queden así los malvados, que en el abismo sucumban. Enmudezcan los labios mentirosos que se insolentan contra el justo llenos de orgullo y desprecio. ¡Qué inmensa es la bondad que reservas a quien te venera! La ofreces a quienes en ti confían, y todo el mundo es testigo. Tu rostro los ampara y protege de las conjuras humanas; los resguardas en tu Tienda de las lenguas pendencieras. ¡Bendito sea el Señor que me demostró su amor en momentos de angustia! Yo, azorado, llegué a pensar: «Me has apartado de tu presencia». Pero tú oías mi voz suplicante mientras a ti clamaba. ¡Amad al Señor todos sus fieles! El Señor cuida a quienes son leales y a los arrogantes castiga con creces. ¡Manteneos firmes, seguid con ánimo cuantos en el Señor tenéis esperanza!

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SALMOS 31:9-24 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Ten compasión de mí, SEÑOR, que estoy angustiado; el dolor está acabando con mis ojos, con mi alma, ¡con mi cuerpo! La vida se me va en angustias, y los años, en lamentos; la tristeza está acabando con mis fuerzas, y mis huesos se van debilitando. A causa de todos mis enemigos, soy el hazmerreír de mis vecinos; soy un espanto para mis amigos; de mí huyen los que me encuentran en la calle. Me han olvidado, como si hubiera muerto; soy como una vasija hecha pedazos. Son muchos a los que oigo cuchichear: «Hay terror por todas partes». Se han confabulado contra mí, y traman quitarme la vida. Pero yo, SEÑOR, confío en ti, y digo: «Tú eres mi Dios». Mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores. Que tu faz irradie luz sobre tu siervo; por tu gran amor, sálvame. SEÑOR, no permitas que me avergüencen, porque a ti he clamado. Que sean avergonzados los malvados, y acallados en el sepulcro. Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia. Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian. Al amparo de tu presencia los proteges de las intrigas humanas; en tu morada los resguardas de las lenguas contenciosas. Bendito sea el SEÑOR, pues mostró su gran amor por mí cuando me hallaba en una ciudad sitiada. En mi confusión llegué a decir: «¡He sido arrojado de tu presencia!» Pero tú oíste mi voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras. Amad al SEÑOR, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido. Cobrad ánimo y armaos de valor, todos los que en el SEÑOR esperáis.

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