Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

SALMOS 106:1-48

SALMOS 106:1-48 BLP

¡Aleluya! Alabad al Señor por su bondad, porque es eterno su amor. ¿Quién podrá contar las proezas del Señor, quién proclamar toda su alabanza? Felices quienes respetan el derecho, quienes practican siempre la justicia. Señor, acuérdate de mí por amor a tu pueblo, con tu fuerza salvadora ven a mí, para que me goce con tus elegidos, me alegre con la alegría de tu pueblo, me llene de orgullo con tu heredad. Como nuestros antepasados, también nosotros hemos pecado; cometimos faltas, hicimos el mal. En Egipto nuestros padres no comprendieron tus maravillas, no recordaron tu inmenso amor, se rebelaron contra ti en el mar de las Cañas. Pero él los salvó honrando su nombre, y mostrando así su poder. Gritó al mar de las Cañas y quedó seco, los guio por los abismos como por el desierto. Los salvó de la mano de su enemigo, los libró de la garra de su rival. El agua anegó a sus adversarios, ni uno de ellos sobrevivió. Creyeron entonces en sus palabras, cantaron sus alabanzas. Pero pronto se olvidaron de sus obras, no confiaron en sus designios. En el desierto la avidez los consumía, en el yermo retaron a Dios. Él les dio lo que pedían, pero también les envió un mal devastador. Envidiaron a Moisés en el campamento, también a Aarón, el consagrado del Señor. La tierra se abrió y engulló a Datán, enterró a la banda de Abirán: el fuego abrasó a sus secuaces, una llama devoró a los malvados. En Horeb hicieron un becerro, adoraron una imagen de metal, cambiaron a quien era su gloria por la estatua de un toro que come hierba. Olvidaron a Dios salvador suyo, el que hizo cosas grandes en Egipto, maravillas en la tierra de Cam, prodigios en el mar de las Cañas. Pensaba el Señor exterminarlos, pero Moisés, su elegido, intercedió delante de él para calmar su furia destructora. Despreciaron una tierra deliciosa, no confiaron en su palabra. Se quejaban en sus tiendas, no escuchaban la voz del Señor. Por eso el Señor les juró solemnemente que los haría morir en el desierto, que a su estirpe arrojaría entre paganos, que los dispersaría entre los países. Ellos siguieron a Baal Peor y comieron sacrificios de muertos. Con sus actos enfurecieron al Señor y descargó sobre ellos una plaga. Entonces surgió Finés, hizo justicia y la plaga se detuvo. Esto se le contó en su haber de padres a hijos para siempre. En las aguas de Meribá lo enojaron causando la desgracia de Moisés, pues le hicieron rebelarse y habló sin pensar lo que decía. No destruyeron a los pueblos como el Señor les ordenó. Se mezclaron con los paganos, aprendieron sus costumbres y adoraron a sus ídolos que se convirtieron en trampa para ellos. Sacrificaron a sus hijos y a sus hijas a demonios; vertieron sangre inocente, la sangre de sus hijos y sus hijas, que inmolaron a los ídolos de Canaán, profanando con sangre el país. Con sus acciones se deshonraron, con sus hechos se pervirtieron. Y el Señor se airó contra su pueblo, aborreciendo su heredad. Los entregó a las naciones, sus rivales los dominaron, los subyugaron sus enemigos, los sometieron a su poder. El Señor los libró muchas veces, pero ellos se obstinaron en su idea, se hundieron en su propia culpa. Pero él se fijó en su angustia, escuchó su clamor y recordó su alianza con ellos; por su inmenso amor se compadeció, e hizo que se apiadaran quienes los tenían cautivos. Señor, Dios nuestro, sálvanos. Reúnenos de entre las naciones para que alabemos tu santo nombre y nos llene de orgullo tu alabanza. ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y para siempre! Y que todo el pueblo diga: ¡Amén! ¡Aleluya!