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MARCOS 7:24-37

MARCOS 7:24-37 BLP

Jesús se fue de aquel lugar y se trasladó a la región de Tiro. Entró en una casa, y quería pasar inadvertido, pero no pudo ocultarse. Una mujer, cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, supo muy pronto que Jesús estaba allí y vino a arrodillarse a sus pies. La mujer era griega, de origen sirofenicio, y rogaba a Jesús que expulsara al demonio que atormentaba a su hija. Jesús le contestó: —Deja primero que los hijos se sacien, pues no está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros. Ella le respondió: —Es cierto, Señor; pero también es cierto que los perros que están debajo de la mesa comen las migajas que se les caen a los hijos. Jesús, entonces, le dijo: —Por eso que has dicho puedes irte, pues el demonio ya ha salido de tu hija. La mujer regresó a su casa y encontró a su hija acostada en la cama y libre del demonio. Jesús salió de nuevo de la región de Tiro y, pasando por Sidón, se dirigió al lago de Galilea a través del territorio de la Decápolis. Estando allí, le llevaron un hombre que era sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera su mano sobre él. Jesús se llevó al hombre aparte de la gente y, cuando ya estaban solos, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, mirando al cielo, suspiró y exclamó: —¡Effata! (que significa «¡Ábrete!»). Al punto se abrieron los oídos del sordo, se le desató la lengua y pudo hablar correctamente. Jesús mandó a los presentes que no contaran a nadie lo sucedido; pero cuanto más se lo mandaba, más lo divulgaban. Y la gente decía llena de asombro: —Este lo ha hecho todo bien: hace que los sordos oigan y que los mudos hablen.

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