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JUECES 11:1-33

JUECES 11:1-33 BLP

Jefté, el galaadita, era un valiente guerrero. Era hijo de una prostituta y su padre era Galaad. Pero Galaad tuvo también hijos de su esposa legítima. Cuando estos hijos crecieron, echaron de casa a Jefté diciéndole: —Tú no heredarás a nuestro padre, porque eres hijo de una mujer extraña. Jefté huyó lejos de sus hermanos y se quedó en el país de Tob. Se le unió una banda de gente miserable y juntos hacían incursiones. Andando el tiempo, los amonitas declararon la guerra a Israel. Cuando los amonitas atacaron a Israel, los ancianos de Galaad fueron al país de Tob a buscar a Jefté. Le dijeron: —Ven, sé nuestro caudillo en la guerra contra los amonitas. Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: —¿No sois vosotros los que me odiabais y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué ahora, que estáis en un aprieto, acudís a mí? Los ancianos de Galaad replicaron a Jefté: —Por eso mismo ahora acudimos a ti: ven con nosotros, ataca a los amonitas y sé nuestro jefe y el de todos los que habitamos en Galaad. Jefté respondió a los ancianos de Galaad: —Si me hacéis volver para combatir a los amonitas y el Señor me los entrega, yo seré vuestro jefe. Respondieron a Jefté los ancianos de Galaad: —Que el Señor nos lo demande si no hacemos lo que dices. Jefté se fue con los ancianos de Galaad y el pueblo lo nombró su jefe y caudillo. Jefté repitió todas sus condiciones ante el Señor, en Mispá. Jefté envió mensajeros al rey de los amonitas con este mensaje: —¿Qué te he hecho yo para que vengas a atacarme en mi propia tierra? El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté: —Cuando Israel salió de Egipto, se apoderó de mi tierra desde el Arnón hasta el Yaboc y el Jordán. Así que ahora devuélvemela y quedaremos en paz. Jefté envió de nuevo mensajeros al rey de los amonitas para decirle: —Esto dice Jefté: Israel no se apoderó ni de la tierra de Moab ni de la tierra de los amonitas. Cuando Israel salió de Egipto, caminó por el desierto hasta el mar Rojo y llegó a Cadés. Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom para decirle: «Déjame, por favor, pasar por tu país». Pero el rey de Edom no les hizo caso. Envió también mensajeros al rey de Moab, el cual también se negó. Entonces Israel se quedó en Cadés. Luego, avanzando por el desierto, bordeó Edom y Moab y llegó al oriente del país de Moab. Acamparon al otro lado del Arnón, sin cruzar la frontera de Moab (pues el Arnón es la frontera de Moab). Israel envió mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Jesbón, y le dijo: «Déjame, por favor, pasar por tu tierra hasta llegar a mi tierra». Pero Sijón no solo le negó a Israel el paso por su territorio, sino que reunió toda su gente, acampó en Jasá, y atacó a Israel. El Señor, Dios de Israel, entregó a Sijón y a toda su gente en manos de Israel, que los derrotó, y así conquistó Israel todo el país de los amorreos que habitaban allí. Conquistaron todo el territorio de los amorreos, desde el Arnón hasta el Yaboc y desde el desierto hasta el Jordán. Si, pues, el Señor, Dios de Israel, quitó su heredad a los amorreos para dársela a su pueblo Israel, ¿ahora se la vas a arrebatar tú? ¿No posees todo lo que tu dios Quemós quitó a sus propietarios para dártelo a ti? Igualmente nosotros poseemos todo lo que el Señor nuestro Dios quitó a sus propietarios para dárnoslo a nosotros. ¿Vas a ser tú más que Balac, hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Acaso pudo él prevalecer en su lucha contra Israel? Hace ya trescientos años que Israel está establecido en Jesbón y en sus aldeas, en Aroer y en sus aldeas y en todos los poblados que están a ambos lados del Arnón, ¿cómo es que no lo habéis recuperado en todo ese tiempo? Yo no te he ofendido; eres tú el que te portas mal conmigo declarándome la guerra. El Señor sea juez hoy entre israelitas y amonitas. Pero el rey de los amonitas hizo caso omiso del mensaje que le envió Jefté. El espíritu del Señor se apoderó de Jefté, que recorrió Galaad y Manasés, llegó a Mispá de Galaad y desde Mispá de Galaad se adentró en el territorio de los amonitas. Y Jefté hizo un voto al Señor: —Si entregas en mis manos a los amonitas, el primero que salga a mi encuentro por las puertas de mi casa cuando regrese después de haber vencido a los amonitas, lo consagraré al Señor y lo ofreceré en holocausto. Jefté se adentró en territorio amonita para atacarlos, y el Señor se los entregó. Los persiguió desde Aroer hasta cerca de Minit (veinte poblados) y hasta Abel Queramín. La derrota fue total y los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.

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