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OSEAS 2:2-23

OSEAS 2:2-23 BLP

Los hijos de Judá y los hijos de Israel se reunirán, tendrán un solo jefe y desbordarán de la tierra porque será grande el día de Jezrael. Llamad a vuestros hermanos: «Ammí» —pueblo mío—, y a vuestras hermanas: «Rujama» —amada mía. Acusad, juzgad a vuestra madre, porque ella no es mi mujer y yo no soy su marido; que aparte de su persona los signos de su prostitución y, de entre sus senos, las marcas de su adulterio. Si no lo hace así, la despojaré y la dejaré desnuda, como en el día de su nacimiento; la dejaré como un desierto, la convertiré en tierra reseca y la haré morir de sed. Y no amaré a sus hijos, porque son hijos de prostitución. Se ha prostituido su madre, está cubierta de vergüenza la que los concibió. Decía: «Me iré detrás de mis amantes, los que me dan pan y agua, lana y lino, aceite y bebidas». Pues bien, voy a cerrar con espinos su camino y a ponerle una valla para que no encuentre el sendero. Perseguirá a sus amantes, pero no los encontrará; los buscará y no los hallará. Entonces dirá: «Volveré a mi primer marido, pues me iba mejor antes que ahora». Ella no comprendía que era yo quien le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite; y quien le facilitaba la plata y el oro que utilizaba para hacer baales. Por eso, volveré a recoger mi trigo a su tiempo, mi vino nuevo en su sazón, y le quitaré mi lana y mi lino que le di para cubrir su desnudez. Entonces descubriré su infamia delante de sus amantes y nadie la librará de mi mano. Haré cesar toda su alegría, sus fiestas, novilunios y sábados, y todas sus solemnidades. Devastaré su viña y su higuera de las que decía: «Son la paga que me dieron mis amantes». Las convertiré en matorral y las devorarán las bestias del campo. Le pediré cuentas por los días dedicados a los baales, a los que quemaba incienso. Luego se adornaba de sortijas y collares, corría detrás de sus amantes y se olvidaba de mí —oráculo del Señor. Pero he aquí que voy a seducirla: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Le devolveré sus viñas y haré del valle de Acor una puerta de esperanza; y ella me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que salió de Egipto. Y ese día —oráculo del Señor— me llamarás «marido mío» y nunca más «baal mío». Quitaré de su boca los nombres de los baales y no los recordará más. En aquel día estableceré a favor de ellos un pacto con las bestias del campo, con las aves que surcan el cielo y los reptiles que se arrastran por la tierra; en el país quebraré el arco, la espada y la guerra para que puedan descansar seguros. Te desposaré para siempre; te desposaré en justicia y en derecho, con amor y con ternura. Te desposaré en fidelidad y me reconocerás como Señor. Aquel día —oráculo del Señor— me dirigiré a los cielos que darán su respuesta a la tierra

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