EZEQUIEL 23:22-49
EZEQUIEL 23:22-49 BLP
Por eso, Oholibá, así dice el Señor Dios: Voy a incitar contra ti a tus amantes, a esos de quienes te hastiaste, y haré que te ataquen por todos los flancos: los babilonios y todos los caldeos de Pecod, de Soa y de Coa; todos los asirios, aquellos jóvenes apuestos, gobernadores y magistrados, capitanes y héroes, todos montados en sus caballos. Te atacarán por el norte carros de combate y carretas, y un nutrido ejército. Por todas partes te harán frente con paveses, escudos y yelmos; por mi parte les concederé la posibilidad de juzgar, y te juzgarán conforme a sus leyes. Descargaré mis celos contra ti y serás víctima de su furor; te cortarán nariz y orejas, y tu descendencia caerá a filo de espada. Se llevarán a tus hijos e hijas, y tus supervivientes serán devorados por el fuego. Te quitarán la ropa y se apoderarán de tus joyas. Pondré fin a tu inmoralidad y a tus prostituciones, que empezaron en tierra de Egipto; no volverás a poner tus ojos en ellos, ni te acordarás ya de Egipto. Pues esto dice el Señor Dios: He decidido entregarte en manos de los que odias, en poder de quienes te has hastiado. Te tratarán con odio, te desposeerán de tus bienes y te dejarán desnuda del todo; dejarán al descubierto tu desnudez de prostituta. Tu inmoralidad y tus prostituciones te han acarreado todo esto, por haberte prostituido yendo detrás de las naciones, por haberte contaminado con sus ídolos. Por haber seguido el camino de tu hermana, pondré su copa en tu mano. Esto dice el Señor Dios: Beberás la copa de tu hermana, la copa profunda y ancha, que servirá de risa y de burla, una copa de gran capacidad. Quedarás embriagada y afligida. Copa de horror y devastación la copa de tu hermana Samaría. La beberás hasta la última gota, consumirás incluso sus heces y te rasgarás los pechos. Yo soy quien ha hablado —oráculo del Señor Dios. Por consiguiente, esto dice el Señor Dios: Por haberme olvidado y haberme vuelto la espalda, tendrás que cargar con tu inmoralidad y tus prostituciones. Me dijo el Señor: —Hijo de hombre, si quieres juzgar a Oholá y a Oholibá, repróchales sus abominaciones. Han cometido adulterio, tienen sangre en sus manos, se han prostituido con sus ídolos e incluso han pasado a fuego a los hijos que me habían dado. Pero hicieron algo más: aquel día contaminaron mi santuario y profanaron mis sábados. Y, tras sacrificar a sus hijos en honor de sus ídolos, entraron ese mismo día en mi santuario para profanarlo. Eso es lo que hicieron dentro de mi propia casa. Incluso enviaron mensajeros para que vinieran hombres de tierras lejanas. En cuanto llegaron, te lavaste, te pintaste los ojos y te enjoyaste. Te recostaste en tu magnífico diván, frente al cual estaba dispuesta una mesa, sobre la que habías puesto el incienso y los perfumes que me correspondían a mí. Ella disfrutaba con el ruido causado por una multitud de hombres despreocupados, llegados del desierto, que ponían brazaletes en las muñecas de ellas y hermosas coronas en sus cabezas. Y yo me preguntaba si aquella mujer, desgastada de tanto cometer adulterios, sería capaz de seguir con sus fornicaciones. Acudían a ella como quien acude donde una prostituta: eso es lo que hacían cuando visitaban a las depravadas Oholá y a Oholibá. Pero otros hombres justicieros les aplicarán el castigo reservado a las adúlteras y homicidas, pues son realmente adúlteras y sus manos están manchadas de sangre. Esto dice el Señor Dios: Que las ataque un ejército y las someta al terror y al saqueo. Las apedrearán y las destrozarán con sus espadas; matarán a sus hijos e hijas e incendiarán sus viviendas. Pondré fin en el país a la inmoralidad, y esto servirá de aviso a todas las mujeres para que no cometan adulterio como tú has hecho. Se os hará responsables de vuestra inmoralidad, cargaréis con los pecados cometidos con vuestros ídolos, y reconoceréis que yo soy el Señor Dios.