Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

Juan 6:1-34

Juan 6:1-34 NVI

Algún tiempo después, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea (o de Tiberíades). Y mucha gente lo seguía, porque veían las señales milagrosas que hacía en los enfermos. Entonces subió Jesús a una colina y se sentó con sus discípulos. Faltaba muy poco tiempo para la fiesta judía de la Pascua. Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él, dijo a Felipe: ―¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente? Esto lo dijo solo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer. ―Ni con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno —respondió Felipe. Otro de sus discípulos, Andrés, que era hermano de Simón Pedro, le dijo: ―Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente? ―Haced que se sienten todos —ordenó Jesús. En ese lugar había mucha hierba. Así que se sentaron, y los varones adultos eran como cinco mil. Jesús tomó entonces los panes, dio gracias y distribuyó a los que estaban sentados todo lo que quisieron. Lo mismo hizo con los pescados. Una vez quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos: ―Recoged los pedazos que han sobrado, para que no se desperdicie nada. Así lo hicieron y, con los pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los que habían comido, llenaron doce canastas. Al ver la señal que Jesús había realizado, la gente comenzó a decir: «En verdad este es el profeta, el que ha de venir al mundo». Pero Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo a la fuerza y declararlo rey, se retiró de nuevo a la montaña él solo. Cuando ya anochecía, sus discípulos bajaron al lago y subieron a una barca, y comenzaron a cruzar el lago en dirección a Capernaún. Para entonces ya había oscurecido, y Jesús todavía no se había unido a ellos. Por causa del fuerte viento que soplaba, el lago estaba picado. Habrían remado unos cinco o seis kilómetros cuando vieron que Jesús se acercaba a la barca, caminando sobre el agua, y se asustaron. Pero él les dijo: «No tengáis miedo, que soy yo». Así que se dispusieron a subirlo a bordo, y en seguida la barca llegó a la orilla adonde se dirigían. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en el otro lado del lago se dio cuenta de que los discípulos se habían embarcado solos. Allí solo había una barca, y Jesús no había entrado en ella con sus discípulos. Sin embargo, algunas barcas de Tiberíades se aproximaron al lugar donde la gente había comido el pan después de haber dado gracias el Señor. En cuanto la multitud se dio cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y se fueron a Capernaún a buscar a Jesús. Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron: ―Rabí, ¿cuándo llegaste aquí? ―Ciertamente os aseguro que me buscáis no porque habéis visto señales, sino porque comisteis pan hasta llenaros. Trabajad, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del hombre. Sobre este ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación. ―¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? —le preguntaron. ―Esta es la obra de Dios: que creáis en aquel a quien él envió —respondió Jesús. ―¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—. Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”. ―Ciertamente os aseguro que no fue Moisés el que os dio el pan del cielo —afirmó Jesús—. El que da el verdadero pan del cielo es mi Padre. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. ―Señor —le pidieron—, danos siempre ese pan.