JUAN 9
9
Jesús sana a un ciego de nacimiento
1Estando Jesús caminando, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2Los discípulos le preguntaron:
– Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? #En el Antiguo Testamento, especialmente en la Torá o Pentateuco, el tema fundamental que sobresale es la teología de las maldiciones generacionales, como consecuencia de la doctrina de la retribución judía. La teología radica en que toda persona bendecida por Dios refleja prosperidad personal, ya sea en descendencia, riquezas, salud, tierras y otros beneficios materiales. Si un varón vivía en pobreza, padecía una enfermedad o cualquier tipo de calamidad, los judíos entendían que era consecuencia de una maldición divina. Las calamidades se concebían como producto de un pecado y los pecados se medían por la violación de la ley. Cuando una persona vivía una desgracia, podría ser producto de su propio pecado o del pecado de un ancestro. En Dt. 28:15, se presenta un listado de maldiciones que el pecador heredará y en Dt. 5:9 se menciona el castigo por el pecado, dice que los descendientes de aquellos que son infieles a Dios lo heredarán hasta la tercera y cuarta generación. El judaísmo entendía que el origen del mal era producto del pecado del hombre, pero en el milagro del ciego de nacimiento, Jesucristo rompe con la creencia de la teología de las maldiciones generacionales. Él dice que el origen del mal no necesariamente es producto de una maldición, sino que proviene de la finitud, de la limitación humana.
3Jesús respondió:
– Ni este, ni sus padres pecaron, sino que la misión y la tarea de Dios se manifestará, para dignificarlo y darle salvación. 4Es necesario que haga la tarea y la misión que me encomendó el Padre, y también mis seguidores deben cumplir esta misión, para dar esperanza en medio de la miseria humana. Hagámoslo mientras dura el día, porque pronto vendrá la noche, donde no podemos trabajar. 5Mientras que yo esté en el mundo, soy luz para el mundo.
6Cuando dijo estas palabras, escupió en la tierra, hizo lodo con la saliva y lo puso en los ojos del ciego.#El versículo 6 tiene un paralelismo con Gn. 2:7, en el sentido de la creación del hombre, cuando Dios formó al hombre a partir del polvo de la tierra. El versículo 6 tiene la intención de señalar que el hombre fue hecho con los mismos elementos de la naturaleza, es decir, el ser humano es un ser natural en su origen. Por esta razón, nace, vive, se reproduce y muere como todos los seres vivos; porque la finitud y la limitación es parte esencial en la naturaleza humana. La imperfección y la limitación generan dolor, inclusive el mal. El autor de Gn. 2 reconoce que el ser humano está expuesto a la vulnerabilidad por su limitación humana, por eso, sufre enfermedades, catástrofes naturales y la que se considera como la peor de las calamidades, es la muerte. La acción de Jesucristo, al escupir el barro y hacer lodo para untarlo en los ojos del ciego y sanarlo, fue un ejemplo del buen maestro para enseñar y recordar a sus discípulos, que el origen del mal en la naturaleza no es por causa de las maldiciones generacionales, sino por la limitación y finitud del ser humano. Con la sanidad del ciego está rompiendo con la teología del Antiguo Testamento sobre las maldiciones generacionales y muestra que, en la época mesiánica, Dios no es la causa de la miseria ni de la calamidad, sino que es una época de bendición, de salud, de sanidad y de salvación. Jesucristo al sanar al ciego usando el barro, enseñó que todo ser humano es vulnerable a la desgracia, pero Él vino para dar salvación y cambiar la miseria de la existencia humana en bendición.
7Y le dijo:
– Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que traducido significa enviado).
El ciego se fue, se lavó y regresó viendo.
8Entonces los vecinos y los que lo habían visto mendigando en la calle decían:
– ¿No es este el hombre que mendigaba sentado en una esquina?
9Unos decían:
– Es él.
Otros decían:
– No es, pero se parece a él.
Pero él mismo decía:
– Soy yo.
10La gente lo interrogaba:
– ¿Cómo pudiste ver?
11Él respondió:
– Ese hombre llamado Jesús hizo lodo, lo untó en mis ojos y me dijo “ve a Siloé y lávate”, así que fui y cuando me lavé empecé a ver.
12Y le preguntaron al hombre:
– ¿Dónde está Jesús?
Y él contestó:
– No lo sé.
13Entonces llevaron al hombre que había sido ciego ante los fariseos, 14porque fue en el sábado que Jesús sanó al ciego de nacimiento.
15Los fariseos le interrogaron nuevamente respecto a cómo había podido ver. Y él respondió:
– Me puso lodo sobre mis ojos, me lavé y ahora veo.
16Algunos de los fariseos decían:
– Este hombre no procede de Dios, pues quebranta el sábado;
en cambio, otros fariseos decían:
– ¿Cómo puede un pecador hacer tales señales?
Había división entre los propios fariseos.
17Por tanto, le preguntaron de nuevo al hombre que fue sanado:
– ¿Qué opinas tú acerca de Jesús, ya que Él te sanó?
Él respondió:
– Es un profeta.
18Los judíos no creían que él había sido ciego y ahora veía. Sin embargo, llamaron a los padres del que había sido ciego para preguntarles cómo había recuperado la vista, 19y les preguntaron:
– ¿Es este su hijo, el cual ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo puede ver ahora?
20Sus padres respondieron:
– Sabemos que este es nuestro hijo y realmente nació ciego; 21pero cómo ve ahora, no lo sabemos; tampoco sabemos quién lo sanó; mejor pregúntenle a él, pues él ya tiene la edad para hablar por sí mismo.
22Estas cosas dijeron los padres del que había sido sanado. Ellos tenían miedo a los judíos, porque ya los judíos se habían puesto de acuerdo para que si alguno confesara que Jesús era el Mesías, entonces fuese expulsado de la sinagoga. 23Por esta razón los padres dijeron que él ya tenía la edad suficiente para responder a los interrogatorios.
24Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego, y le dijeron:
– Está bien que des gloria a Dios por tu sanidad; pero nosotros sabemos que ese hombre llamado Jesús es pecador.
25Respondió el hombre:
– Si es pecador, no lo sé; una cosa sí sé, que yo era ciego y ahora veo.
26Entonces los fariseos le volvieron a preguntar:
– ¿Realmente qué te hizo? ¿cómo te sanó?
27Él contestó:
– Yo ya les dije, y parece que no han escuchado bien; ¿por qué quieren escuchar el testimonio de nuevo? ¿acaso ustedes quieren ser sus discípulos?
28Lo insultaron y le dijeron:
– Tú eres su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés. 29Nosotros sabemos que Dios le habló a Moisés, pero este Jesús, no sabemos de dónde es.
30Le respondió el hombre:
– ¡Esto es maravilloso!, que ustedes no saben ni de dónde es Jesús, pero a mí me sanó. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a este lo escucha. 32Nunca se había escuchado que alguien hubiese sanado a un ciego de nacimiento. 33Si Jesús no hubiera venido de parte de Dios, no haría estas señales prodigiosas.
34Los fariseos replicaron al hombre:
– Tú naciste en total pecado, ¿y te atreves a enseñarnos?
Y lo arrojaron fuera.
La ceguera espiritual
35Cuando Jesús escuchó que expulsaron al hombre que Él sanó, lo encontró y le preguntó:
– ¿Tú crees en el Hijo del Hombre?
36El hombre respondió:
– Señor, ¿quién es Él? Para que yo pueda creer en Él.
37Jesús le contestó:
– Lo has visto y has compartido con Él, y estás hablando con Él.
38Le dijo el hombre:
– Creo en ti, oh Señor.
Y le adoró.
39Jesús exclamó:
– Yo vine para juzgar al mundo, para que los ciegos espirituales vean, y los que creen ver bien, se queden ciegos espiritualmente.
40Entonces los fariseos, los que estaban con Jesús, escucharon estas cosas y le preguntaron:
– ¿Acaso nosotros somos ciegos?
41Respondió Jesús:
– Si fueron ciegos en el pasado, no tuvieron consciencia del pecado; pero si ahora dicen que pueden ver, la luz les debería ayudar a entender su estado de pecado.
Ευαγγελιο: Traducción Contemporánea de la Biblia.
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