La Libertad en Cristo预览

La verdad que nos hace libres

La verdad y la libertad son compañeras constantes. Donde se encuentra una, siempre se encontrará la otra. La libertad en cualquier área de la vida viene de descubrir la verdad sobre ella. Y descubrir la verdad en un área particular siempre da como resultado algún tipo de libertad.

Cuando un niño acepta la verdad de que no hay nada que temer, es cuando al fin queda libre del miedo a la oscuridad. Solo cuando un niño acepta la verdad de que su padre puede agarrarlo, y lo hará, encuentra la libertad para dejar la seguridad del trampolín y saltar a la piscina. Del mismo modo, solo cuando aceptamos la verdad de todo lo que Cristo hizo por nosotros en el Calvario, comenzamos a disfrutar de la libertad que Él nos dio.

“La verdad os hará libres”. Con cinco sencillas palabras, el Señor Jesús describe el proceso por el cual cualquier hombre, mujer o niño puede obtener la libertad en esta vida. La libertad no se logra haciendo las cosas a nuestra manera o lo que nos plazca. Al contrario, las cárceles están llenas de hombres y mujeres que hicieron lo que quisieron. Estas personas en realidad no ganaron la libertad; perdieron su libertad. Y así sucede con nosotros cada vez que actuamos con descuido por nuestra cuenta para hacer lo que nos plazca. Lo que no resulta libertad, sino servidumbre.

Si yo le preguntara si usted es libre o no, podría fácilmente tentado a responder que sí, sin pensarlo mucho. Pero déjeme preguntarle esto: ¿Está siempre luchando contra el miedo, los deseos, los celos, el odio, la amargura, la arrogancia, la falsedad, la falta de fe o el desánimo? ¿Hay hábitos en su vida sobre los que cree tener poco o ningún control? ¿Hay ciertos ambientes y personas que evita debido a una inseguridad que no puede superar? Si ha respondido de manera afirmativa a una o más de estas preguntas, entonces usted no es libre. No tiene que estar encarcelado para encontrarse esposado o detrás de las rejas. El pecado tiene una manera de atraparnos a cada uno de nosotros, manteniéndonos en una esclavitud que el Señor nunca quiso para nosotros. Es a través de la muerte de Cristo en la cruz, donde Él venció al pecado y la muerte de una vez por todas, que podemos encontrar nuestra verdadera libertad. Y cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, las cadenas que nos tenían atados se rompen, y la libertad de Dios nos hace en verdad libres (Gálatas 5.1).