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"DÍA 3: PERMITE QUE EL ESPÍRITU SANTO RENUEVE TU MENTE"

Cuando pasamos tiempo con alguien, se nota, ¿verdad? Se nos “pegan” sus gestos, sus
expresiones, como habla, incluso los pensamientos. Algo así pasa con el Espíritu Santo, cuando nos volvemos sus amigos, cuando pasamos tiempo con Él, nuestros pensamientos, nuestra forma de actuar y nuestro vivir va a cambiar, no para mal, sino para bien, para alcanzar el perfecto propósito de Dios en nuestras vidas.

El Espíritu Santo es la persona de Dios que está con nosotros en la tierra, él toma del Padre y del Hijo y nos lo revela, a través de Su Palabra nos lo muestra, en medio de las dificultades ella es la promesa que nos da el gozo del cielo y nos muestra que cada lágrima será pequeña comparada con el gozo y la victoria que nos dará el Espíritu.

Es hermoso ser amigos del Espíritu, pero para recibir todo lo bueno que viene de él, debemos soltar costumbres antiguas, y esto es un sacrificio constante, donde debemos morir a tantas cosas de nuestro interior que no son el diseño original de Dios para nosotros, debemos morir en la intimidad, en el altar, ser un sacrificio vivo que no se conforma con lo que dice el mundo, sino que siempre está buscando lo que Dios quiere.

Para ser ese sacrificio vivo que recibe gozo en las dificultades, debemos entender que, como mencionamos antes, hay que morir a la carne, a los deseos que no vienen del corazón de Dios. Por eso ayunamos, por eso oramos, por eso intercedemos, por eso “guerreamos”, porque sabemos que queremos los pensamientos de Cristo en nosotros y llegar a ser lo que el Padre diseñó en nosotros.

Hay una palabra en griego que aplica perfectamente: Metanoia, que significa cambio de mente, de camino a uno mejor, y corregir algo para comenzar de mejor manera. Ser amigos del Espíritu significa comenzar a pensar como lo hace Él, y ser completamente renovado por su palabra para vivir el gozo que tiene en el cielo para nosotros.

Ora creyendo que tu mente puede ser cambiada, que las costumbres que te alejan del Espíritu son pequeñas e insignificantes como para no soltarlas y comenzar a abrazar el propósito que Dios diseñó para ti.