La ascensión de Cristo y la venida del Espíritu Santo

Después de su resurrección, Jesús permaneció cuarenta días en esta tierra, hablándoles a sus discípulos acerca del reino de Dios. Después, los bendijo y ascendió al cielo. La ascensión de Cristo tiene una gran relevancia tanto para nuestro entendimiento de Dios como para nuestra vida.

Una enseñanza importante de la ascensión es que Jesús subió al cielo para sentarse a la diestra del Padre. Desde allí, Cristo contempla la obra que ha terminado. Este lugar de gloria y honor le fue dado, y ahora Él tiene autoridad muy por encima de todo gobierno, potestad, poder y dominio.

Otra realidad significativa de la ascensión es que el Hijo de Dios se encarnó para siempre. Jesús nació en un cuerpo, murió en un cuerpo y resucitó con un cuerpo glorificado, el cual fue ascendido al cielo. Esto nos muestra que, aunque Cristo ya no está físicamente en la tierra, está sentado a la diestra del Padre.

Quizá esto podría entristecernos, pero no debemos preocuparnos. Desde su posición junto al Padre, Jesús recibió la autoridad para derramar el Espíritu Santo sobre Su iglesia. Incluso, Cristo dijo que nos convenía que Él se fuera, pues al hacerlo, enviaría al amado Espíritu Santo. Este Espíritu convencería al mundo de pecado, justicia y juicio, y nos guiaría a toda verdad.

Dios no nos dejó huérfanos, sino que nos dio Su Espíritu, logrando así una comunión aún más íntima. El Espíritu Santo, quien es Dios mismo, ahora habita en aquellos que tienen fe en Cristo. Jesús completó la obra de salvación y envió al Espíritu Santo para comenzar en nosotros la obra de santificación. Es el Espíritu quien nos transforma cada vez más a la imagen de Cristo y nos preserva puros y sin mancha para aquel día glorioso en que Jesús regrese por Su pueblo.

Este es el momento de la historia en el que vivimos: celebramos la Navidad recordando que, así como Dios cumplió Su promesa de venir para salvarnos, también cumplirá Su promesa de regresar por nosotros. Ese será el día en que disfrutaremos eternamente de Su presencia. ¡Este es el propósito último de la Navidad! ¡Dios y el hombre juntos nuevamente y para siempre!

ORACIÓN
Dios, gracias por tu Espíritu Santo, el Espíritu que das a aquellos que se han arrepentido y han creído en las buenas noticias de Jesús. Espíritu amado, transfórmame y hazme cada vez más como Jesús, mi Señor. Ayúdame a crecer en la esperanza de tu segunda venida y a prepararme para ella. Permíteme vivir a la luz del verdadero significado de la Navidad y de la eternidad. En el nombre de Jesús, amén.