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Hijo de amor

DAY 4 OF 7

Guerra, separación, secretos y dolor

El 24 de abril de 1964, cuando tenía casi cinco años, estalló una guerra civil. Mi madre temía que fuera demasiado peligrosa para mi hermano y para mí, así que me enviaron a vivir con la familia de mi padrino a Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad más grande de la República Dominicana. Mi hermano Rolandito se fue a vivir con sus abuelos paternos a la ciudad de Barahona. Ésa fue la última vez que él y yo nos vimos durante nuestra infancia.

Para entonces, Mamá estaba embarazada de su tercer hijo. Mi hermana Isabel Teresa nació durante la guerra civil. Permanecí en Santiago hasta que terminó la guerra, y entonces me reuní con mis padres. Nos trasladamos a un lugar conocido como El Patio. Valerio pudo comprar una casa de cartón por setenta y cinco pesos. Estaba situada donde el exdictador Rafael Trujillo había guardado sus cuadras de equitación. Tras el asesinato de Trujillo, su familia se vio obligada a abandonar el país. Todas sus tierras fueron invadidas por familias pobres que rápidamente construyeron viviendas provisionales. Para muchos, éstas se convirtieron en permanentes. Vivimos en aquella casa de cartón durante años.

Siempre he llamado a Valerio «Papá». Fue el hombre que estuvo presente durante mi infancia, proporcionando a nuestra familia comida, ropa y cobijo. Pero cuando tenía unos diez años, mi tía Senelia me dijo que Valerio no era mi verdadero padre, sino un hombre llamado Catelo. No quise creerle. Aunque solo había conocido a Valerio como mi padre, nunca me había dicho que me quería, ni me había abrazado, ni mucho menos me había dado un beso. Nunca se había ofrecido a ayudarme con mis problemas.

Sin embargo, una vez, cuando paseaba por el barrio de Villa Juana, en Santo Domingo, un hombre alto se me acercó de repente. Me cogió en brazos, me besó y dijo: «¡Hijo mío, hijo mío!». Me sentí bastante avergonzado porque el hombre estaba borracho. Le grité que me soltara. Después de soltarme, me dio tres pesos. Corrí a casa. Solo volví a ver a Catelo una vez más antes de mudarme a Nueva York. Yo tenía trece años y Mamá estaba rellenando los formularios para que nos mudáramos. Gracias a Valerio, en 1973 hicimos el viaje de la República Dominicana a Estados Unidos.

Dios, no importa a qué me enfrente, puedo recurrir a ti. Ayúdame a recordar que, aunque mis seres queridos me fallen, tú eres un Padre bueno y amoroso.

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Hijo de amor

Hace algunos años, una experiencia desgarradora me hizo reflexionar sobre mi vida pues me di cuenta de que Dios siempre me había amado y había velado por mí. Hoy sé que su mano protectora ha estado conmigo en cada paso de mi vida. Deja que este devocional de siete días te anime a ver cómo nuestro Padre Amoroso actúa en nuestras vidas. ¡Acompáñame a alabarle!

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