Bendiciones Espirituales en CristoSample

En el cuarto devocional, Pablo continúa desarrollando la profundidad del plan de salvación de Dios, destacando el papel del Espíritu Santo en la vida de los creyentes. Nos revela que, después de escuchar la palabra de la verdad —el evangelio de nuestra salvación— y creer, fuimos "sellados" con el Espíritu Santo de la promesa. Para entender mejor este pasaje, es importante explorar el significado de las palabras griegas utilizadas por Pablo: sphragizo (sellar) y arrabon (prenda).

La palabra griega sphragizo significa "sellar" y era frecuentemente usada en el mundo antiguo para indicar propiedad y autenticidad. Los sellos eran marcas hechas en documentos, cartas o propiedades para autenticar y proteger el contenido. Un sello mostraba que algo pertenecía a alguien y que tenía la protección de ese propietario. Cuando Pablo dice que fuimos "sellados" con el Espíritu Santo, está afirmando que Dios puso Su marca de propiedad en nosotros. El Espíritu Santo es la evidencia de que pertenecemos a Dios y de que Él nos reconoce como Suyos. Este sello es una marca de seguridad y protección, garantizando que estamos bajo el cuidado y la autoridad de Dios.

Además, Pablo utiliza el término arrabon para describir al Espíritu Santo como "prenda" de nuestra herencia. En el griego antiguo, arrabon era un término comercial que se refería a un pago inicial o un depósito que garantizaba que el pago total se haría en el futuro. Era una especie de garantía o entrada que aseguraba el cumplimiento de una promesa. Al llamar al Espíritu Santo arrabon, Pablo está diciendo que el Espíritu es la garantía de Dios de que Él cumplirá todas las promesas hechas a nosotros. El Espíritu Santo es el primer pago de nuestra herencia eterna, una anticipación de lo que está por venir, y una certeza de que Dios completará Su obra de redención en nosotros.

Pablo también menciona que todo esto es para "la alabanza de Su gloria". La palabra griega para "gloria" es doxa, que significa esplendor, honor y majestad. Dios nos selló con el Espíritu Santo y nos dio la prenda de nuestra herencia para que, en todo, Su esplendor y majestad sean exaltados. Nuestra salvación no es solo acerca de nosotros; se trata de la demostración de la grandeza de Dios. Él nos salvó, nos selló y nos dio una herencia eterna para que, en todo, Su nombre sea glorificado.

Al reflexionar sobre esta verdad, percibimos que nuestra salvación es una obra completa de Dios, planeada desde la eternidad, ejecutada en Cristo y garantizada por el Espíritu Santo. No depende de nuestros méritos o esfuerzos, sino del propósito soberano y gracioso de Dios. Él nos escogió, nos predestinó, nos selló y garantizó nuestra herencia para que podamos vivir para la alabanza de Su gloria.

Por lo tanto, al vivir nuestra fe, debemos recordar siempre que estamos sellados por el Espíritu Santo y que nuestra herencia está asegurada. Esto debe darnos confianza, paz y una alegría profunda, sabiendo que pertenecemos a Dios y que Él es fiel para completar lo que comenzó en nosotros. Que podamos vivir con gratitud y en respuesta al gran amor y la gracia de Dios, reflejando Su gloria en todas las áreas de nuestras vidas.