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Al filo del liderazgo

DAY 2 OF 4

Dilemas en el poder

Estar en una posición de liderazgo acarrea muchos dilemas que, de no tratarse con el cuidado debido, pueden causar problemas. Uno de ellos es cuando los líderes se muestran como personas infalibles y perfectas. En el pasado, los líderes eran vistos de esa manera, y esto hacía que, en lugar de que las personas quieran acercarse más a Dios, vieran al Señor como un ser lejano y distante.

La pastora Nina León explica que el liderazgo de hoy ha ido cambiando porque ahora se muestra que Dios ha dado gracia a otros. Hoy en día se muestra más compasión por las personas y se busca crear puentes que ayuden a las personas a acercarse a Dios. Ella afirma que un ingrediente esencial del liderazgo es la vulnerabilidad.

La vulnerabilidad

La transparencia es vital cuando uno está en un cargo de poder. Pero eso solo se logra cuando uno se muestra tal y como es, con errores y aciertos. Para ello es primordial comunicar desde la vulnerabilidad. Otro ingrediente principal es la humildad para pedir perdón. Un líder que no reconoce que se equivocó y no sabe pedir perdón, no puede seguir siendo un líder, porque no ejemplifica a Jesús.

Jesús estuvo dispuesto a invertir en las personas. Hizo el esfuerzo extra de conectarse con los discípulos, de sentarse con ellos y ser su amigo, su confidente. Todos comprendían que era el Maestro, y se mantenía una relación de respeto; pero eso no creó distancias entre Jesús y los discípulos, sino que más bien creó cercanía.

En el liderazgo actual debemos replicar esa actitud. Sin embargo, debemos tener cuidado de no idealizar a los líderes ni a la posición que mantenemos.

El peligro de la idealización

Como seres humanos estamos propensos a fallar. Nadie es perfecto. El único líder que fue perfecto fue Jesús. Y es por eso que debemos evitar idealizar a los líderes o el liderazgo. Debemos aplicar la vulnerabilidad para mostrarle a la gente que, aunque nosotros somos tan humanos como ellos, confiamos siempre en Dios y nuestra dependencia de Él es completa. Eso es lo que hace la diferencia. No tenemos logros o somos felices por nuestros propios méritos, sino porque hemos aprendido a depender de Dios.