A Los Invisibles Y OlvidadosSample
Conclusión
Esta semana hemos visto sólo cuatro historias breves de personas que fueron invisibles en su sociedad y entorno. Pero hay decenas de historias adicionales en la Palabra que demuestran que Dios se interesa en los invisibles y olvidados. Dios se compadece de nosotros y entiende lo que sentimos. Él ha sido ignorado y olvidado por muchos seres humanos (su creación) y por su propio pueblo escogido.
“Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:2-3).
Él sabe exactamente cómo nos sentimos, pero no quiere que vivamos creyéndonos invisibles y olvidados. Él pagó a precio de sangre para que viviéramos libres, amados, escogidos y completos en Él. Lo más importante es amarle de todo corazón, aun cuando ese amor sea imperfecto, porque lo será. No eres invisible para Dios—eres conocido por Él (Gálatas 4:8-9).
Él te ve cuando no tienes plataforma, micrófono, seguidores o me gustas. Somos visibles para el Dios invisible. Es Jesús la imagen del Dios invisible:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:15-16).
Creados por medio de Él y para Él. Estás aquí por Él y para Él. Otros podrán olvidarte, desestimarte y actuar como si fueras invisible. Pero recuerda estas cuatro lecciones:
- No pidas posición, anhela visión
- Confía en Dios y su Palabra
- Bendice a los que Dios ponga en tu camino
- Adora a Dios
Aun en el peor momento de tu vida, como Agar cuando huyó de la casa de Abraham y Sarai embarazada con su hijo Ismael, Dios te sostendrá y te sorprenderá llegando a tu encuentro en el desierto:
“Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve? Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente-que-me-ve…” (Génesis 16:13-14 ).
En 1977, NASA envió la nave espacial Voyager 1 en una misión que 13 años más tarde, luego de viajar 3.7 mil millones de millas por el espacio, produciría una de las fotos más icónicas del último siglo. La foto, conocida en inglés como “The pale blue dot” muestra la oscuridad del espacio y un rayo de luz que cruza la imagen. Suspendido en ese rayo de luz hay un punto azul minúsculo, como el punto de la letra i, que causó sensación a nivel mundial, pues ese pequeño punto, era el planeta Tierra.
En ese punto azul pálido, vivimos tú y yo. Y cuando lo vemos así, es fácil sentirnos aún más invisibles e insignificantes. Sin embargo, los que hemos conocido su gracia, los que hemos conocido su amor podemos cambiar nuestro enfoque de el ‘punto’ al Dios que creó y sostiene millones de millones de galaxias en su mano. Nuestra insuficiencia, pequeñez e invisibilidad palidecen ante su majestad, poderío y el reconocimiento de que nuestro Dios no es un Dios de lejos. Él es el Dios cercano, que escucha nuestros suspiros, que guarda nuestras lágrimas en su redoma, que las escribe en su libro. El Dios que sabe cuántos cabellos hay en nuestra cabeza, el Dios que nos amó tanto que dio a su hijo por nosotros. Y por ese sacrificio tenemos vida eterna, tenemos valor, tenemos esperanza. Si desde un puntito tan minúsculo Dios te ve y escucha, entonces lo asombroso no es el punto, lo asombroso es Dios. Otros puntitos en el punto te podrán ignorar, pero Él no lo hará. No vivas más como un invisible, tú eres elegido de Dios, heredero de Dios y coheredero con Cristo (Romanos 8:17). Vive amado, sabiendo que Dios conoce tu nombre y que para Él no hay invisibles.
“Escucha, Israel, pueblo de Jacob, mi siervo, a quien yo he elegido, pueblo descendiente de mi amigo Abraham: Yo te saqué del extremo de la tierra, te llamé desde el rincón más alejado y te dije: “Tú eres mi siervo.” Yo te elegí y no te he rechazado. No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa. El Señor afirma: “Israel, pueblo de Jacob, por pequeño y débil que seas, no tengas miedo; yo te ayudo. Yo, el Dios Santo de Israel, soy tu redentor" (Isaías 41:8-10, 14).
Oración
Padre, cuán hermosas e incomprensibles son tus maravillas. ¡Qué Dios magnifico! Cuán asombrosas son tus obras. No puedo expresar la gratitud que siento por ser conocido por el Dios que creó el Universo. Porque lo sostienes todo en tu mano y aunque somos pequeños entre las galaxias, estás cercano a nosotros y vives en mí. ¡Cómo comprenderlo! Ayúdame a vivir recordando tu majestad y soberanía, sabiendo que el mismo poder que resucitó a Jesús de la muerte vive en mí. Estás atento a mis palabras, oyes mis alabanzas, enjugas mis lágrimas y me llamas por nombre. Gracias porque tú no me rechazas aunque otros me desestimen. Gracias por ser mi ayuda y mi Redentor. Perdóname por creer la mentira del enemigo y del mundo de que soy invisible o te has olvidado de mí. Rindo esos pensamientos al pie de la cruz donde mostraste una vez y para siempre que eres el Dios que nos ve. Ayúdame a siempre vivir sabiéndome amado, elegido y redimido. No soy invisible ni olvidado. Soy visto y conocido por ti. Gracias. En el nombre de Jesús, amén.
About this Plan
A pesar de tanta conectividad y medios sociales, estudios revelan que el aislamiento y la soledad se han convertido en una epidemia. Incluso, podemos llegar a pensar que para Dios también somos invisibles. Este devocional se centra en cuatro “invisibles” que fueron visibles para Dios y los consejos que podemos aprender de ellos cuando nos sentimos invisibles y olvidados.
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