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Cambios Profundos

DAY 5 OF 6

La verdadera obediencia

La obediencia, vista a través del prisma de la fe cristiana, se revela no como un acto de mera disciplina o deber, sino como el resultado natural de un corazón cautivado por la belleza y la gloria de Cristo. Nuestras acciones, por lo tanto, son el reflejo de aquello que amamos y valoramos profundamente. Al igual que un músico se sumerge en horas de práctica, movido por su amor a la música, nuestra obediencia a Dios fluye de un profundo aprecio y amor por Él.

Este entendimiento transforma la esencia misma de la vida cristiana: no se trata de modificar nuestro comportamiento por esfuerzo propio, sino de permitir que lo que disfruta nuestro corazón sea transformado por el Espíritu Santo.

Para profundizar en este concepto, consideremos tres pasajes bíblicos que complementan y enriquecen esta enseñanza:

Salmos 37:4 - "Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón". Este versículo nos invita a encontrar nuestro mayor placer y satisfacción en el Señor. Al hacerlo, nuestros deseos y acciones naturalmente se alinearán con Su voluntad, ya que nuestro corazón estará centrado en Él.

Juan 15:4-5 - "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer". Este pasaje enfatiza la importancia de mantener una relación íntima y constante con Cristo. Nuestra capacidad para obedecer y llevar fruto es directamente proporcional a nuestra conexión con Él, la fuente de nuestra vida espiritual.

Filipenses 2:13 - "Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Aquí se nos recuerda que tanto el deseo de obedecer a Dios como la capacidad para hacerlo provienen de Él. Nuestra obediencia es, en última instancia, obra de Su Espíritu en nosotros, transformando nuestros corazones y mentes para reflejar Su belleza y santidad.

El teólogo J.I. Packer usa la analogía de un edificio iluminado para ilustrar cómo el Espíritu Santo nos permite ver la belleza de Cristo de una manera que naturalmente nos atrae hacia Él. La santificación es descrita como un proceso en el cual, a través del Espíritu Santo, Dios obra en nuestro corazón para hacernos ver a Cristo cada vez más hermoso, cambiando así lo que valoramos y cómo actuamos.

Sin embargo, ¿cómo nos exponemos a la influencia transformadora de Dios si el amor es una respuesta que no podemos forzar? Al igual que uno se expone al sol para broncearse, podemos exponer nuestro corazón a Dios a través de la oración, la lectura bíblica, el ayuno, y otras prácticas espirituales. Estas disciplinas no nos cambian por sí mismas, sino que nos colocan en la presencia de Dios, quien tiene el poder de transformarnos.

Proverbios 4:23 nos advierte sobre la importancia de proteger nuestro corazón, ya que de él fluye la esencia de nuestra vida. La obediencia genuina, entonces, comienza con un corazón protegido de influencias que apagan nuestro deseo por Dios y expuesto a prácticas que aumentan nuestra sed por Él. Nuestros hábitos, aunque no tienen el poder de cambiarnos en sí mismos, son cruciales para acercarnos a Aquel que sí puede transformar nuestros corazones y mentes.

En conclusión, la obediencia cristiana es el hermoso resultado de un corazón enamorado de Jesús. A medida que descubrimos y nos deleitamos en la incomparable belleza de Cristo, nuestros valores, pensamientos y acciones se transforman naturalmente, reflejando cada vez más la imagen de Aquel a quien amamos por encima de todo.

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