Cómo Superar La LujuriaSample
El deseo sexual es bueno y fue dado por Dios
Dios creó el sexo. Fue idea suya. Nos creó de tal manera que la actividad sexual libera neuroquímicos en nuestro cerebro, como la dopamina y la oxitocina. La dopamina nos hace sentir bien. La oxitocina favorece los lazos afectivos. Cuando las personas mantienen relaciones sexuales, se conectan física, emocional y relacionalmente. Así nos diseñó Dios. El sexo y el deseo sexual son algo que Dios nos ha dado; es parte del hermoso diseño de Dios para nuestro bien.
Estés casado o no, Dios te creó con deseos sexuales. Estos deseos son hermosos. Sin embargo, lo que hacemos con ellos es importante. Cómo y cuándo buscamos satisfacerlos importa. Fueron dados para ser satisfechos, dentro de un contexto específico, que conduce a lo mejor de parte de Dios para tu vida.
Dios creó el sexo para el contexto de una relación amorosa y estable: el matrimonio. Génesis 2:24 dice: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne». El matrimonio fue dado para la procreación, el placer y la compañía (Génesis 1:28, Proverbios 5:18-19, Eclesiastés 9:9). Dios quiere que honremos el matrimonio y lo mantengamos sin mancha (Hebreos 13:4a).
Tal vez seas soltero. Tal vez estés casado, pero tu cónyuge no está interesado en el sexo o está enfermo, o se encuentra lejos. Quizás te sientas insatisfecho o tentado a la lujuria por cualquier número de razones, pero eso no cambia el diseño de Dios o sus mandamientos. Está bien honrar tu deseo sexual y bendecirlo, mientras lo sometes a Dios y a sus caminos. Aunque el sexo es dado por Dios y hermoso, no es lo supremo. De hecho, no lo necesitas para sobrevivir.
Nadie nos conoce mejor o más íntimamente que nuestro Creador. Nuestras luchas con el pecado y la tentación no son una sorpresa para Él. Dios envió a su Hijo para liberarnos del poder del pecado. No tenemos que rendirnos al pecado. Podemos acudir a Jesús y a personas de confianza para encontrar ayuda, aceptación y aliento. Podemos crecer. Podemos aprender a buscar una satisfacción verdadera y duradera.
Dios, tú conoces mis pensamientos, deseos, sueños y anhelos. Ayúdame a honrarte con mi vida.
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