Permaneciendo en NavidadSample

"Permaneciendo en la Navidad: Pensamientos diarios de Adviento" por Bryan Craig

Después que Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes, vinieron a Jerusalén unos magos del oriente, diciendo: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella cuando salió, y hemos venido a adorarle". Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él; y reuniendo a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Le dijeron: "En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: 'Y tú, oh Belén, en la tierra de Judá, no eres la menor entre los gobernantes de Judá; porque de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel'". ... Cuando vieron la estrella, se regocijaron en gran manera, con gran alegría. Y entrando en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose, le adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron regalos, oro, incienso y mirra (Mateo 2:1-6, 10-11).

Una vez más vemos cómo Dios quería que Su pueblo supiera con certeza que este Jesús era Aquel que Él prometió enviar desde hace mucho tiempo. Estos astrónomos, eruditos, conocían las Escrituras y sabían que la profecía se estaba cumpliendo justo delante de sus ojos. Es interesante que un rey mundano Herodes se sintiera amenazado por la idea de que naciera un nuevo rey. Lo único en lo que podía pensar era en que su propia posición estaba en peligro. Los que tienen los ojos puestos en este mundo o en su poder o posición no pueden ver la belleza del Reino de Dios ni siquiera cuando está justo delante de ellos. Los magos encontraron a Jesús y, al igual que los pastores, se regocijaron sobremanera. Lo adoraron y lo colmaron de regalos costosos. Poco sabían que este Rey no se parecía a ningún otro que hubieran visto. Él no tomaría Su lugar en un trono en un palacio, ni poseería tesoros terrenales. Viviría más como un pastor con una existencia escasa, y en lugar de gobernar sobre su pueblo, moriría por ellos.

APLICACIÓN: ¿Estarías dispuesto a renunciar a tu posición, tus posesiones, tu poder y tu influencia para que Jesús pudiera ser tu rey? Esta Navidad, Él no te está pidiendo oro, incienso o mirra. Él está pidiendo tu corazón.