¡Sí, TENGO UNA FAMILIA!Sample
LA GRAN REUNIÓN FAMILIAR.
¿Cuál es el destino de todo nuestro peregrinar en la tierra? En las palabras de Jesús hablando de sí mismo, está la respuesta:
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Cristo es el camino que nos conduce al Padre y el Padre es nuestro destino al final del camino, en nuestro hogar celestial. Un día cerraremos los ojos y el alma viviente saldrá de nuestro cuerpo, en ese momento seremos llevados ante el Dios Todopoderoso. Allá, cuando abramos los ojos estaremos frente a Él y viviremos eternamente en su compañía. Entonces todo lo que hayamos hecho en la tierra cobrará sentido. Sin embargo, no es necesario morir para disfrutar la presencia del Padre celestial. Ahora es posible disfrutarla a través de Cristo, quien con su sangre nos ha redimido para Dios y ha terminado con la separación como el resultado del desamparo. La agonía por no tener un lugar de refugio se desvanecerá.
Quizá nunca has conocido una familia, pero en Cristo es posible tener una y, no cualquier familia, sino la familia Real. Por esta razón, tan solo pon tu mirada en aquel que te amó, olvida la vanidad, el resentimiento y recibe por la fe esta promesa:
“Porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).
Si no has tenido un hogar estable, despójate de todo el peso y del dolor, y permítele a Jesús que te conceda la revelación del Padre Celestial. No te detengas en sentimientos que te atan y te mantienen cautivo, pon tu mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque el tiempo que tendrás aquí es breve, pero el que vivirás con el Padre será eterno.
El hogar que has soñado está junto a Dios, porque Cristo vino para revelar al Padre y luego regresó al cielo a prepararnos un lugar.
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
¿Cómo será esa morada que Cristo nos fue a preparar? La Escritura la describe hermosa: es una ciudad, la Jerusalén celestial y sus muros son de jaspe, y ha sido construida con oro puro, semejante al vidrio limpio, adornada con piedras preciosas como zafiros, ágatas, esmeraldas, crisólitos, berilos, topacios, jacintos y amatistas. Tiene puertas de perlas, todo en oro puro transparente como el vidrio, sin necesidad de que la alumbre el sol o que brille la luna sobre ella porque la misma gloria del Padre la iluminará y como el Cordero será su lumbrera, no será necesaria una lámpara.
Nunca habrá tinieblas en esta ciudad porque jamás será de noche. ¡Qué maravilloso lugar!, pues sus ríos de agua viva son como de cristal. Allá acabará el sufrimiento, ya que no habrá más maldición y el trono de Dios y del Cordero estarán en medio de ella. ¿Te imaginas como será ese lugar? Colmado de ángeles en armonía adorando a Dios y donde lo corruptible se vestirá de incorrupción. Un lugar que no puede heredar la carne ni la sangre, a donde iremos sin nada de lo terrenal, ni siquiera nuestro propio cuerpo.
Por todas estas verdades entendemos al Apóstol Pablo cuando dijo que morir sería ganancia para él. Esta es la razón por la cual la Escritura, como vimos, afirma que fuimos liberados del temor a la muerte, pues cuando llegue el día de partir no habrá temor y será el momento más glorioso que podamos experimentar.
No moriremos, sino que viviremos e iremos a la casa de Papá. Volveremos a Él y a nuestro hogar celestial y tendremos el descanso eterno. En ese lugar será enjugada toda lágrima, no habrá muerte ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas habrán pasado. De nada te sirve retener el dolor y el resentimiento, porque no podrás llevártelo a la casa de tu Padre y la recompensa, si logras soltar toda la carga, será esta:
“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7).
A este lugar es a donde realmente pertenecemos; esta es nuestra casa, nuestra familia y este será nuestro destino final. En esta casa, eres realmente bienvenido, el Padre te estará esperando con los brazos abiertos, serás frente a Él como un niño sin importar la edad que tengas, verás el Padre que siempre soñaste, tendrás el recibimiento que siempre has anhelado, no será necesario que lleves nada para agradarlo o merecer su amor, pues siempre has sido amado por Él.
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12).
Antes de ese día habrás visto al Padre a través del espejo de su Palabra, pero en ese momento lo verás cara a cara y conocerás cómo fuiste creado en la intimidad de su amor
About this Plan
La familia, es ese lugar cálido y amable que nos hace sentir seguros. Sin embargo, para muchos puede ser un motivo de tristeza, sobre todo en tiempos especiales de celebraciones cuando nos damos cuenta que no tenemos con quien compartir o que nunca hemos sido parte de un generoso grupo familiar. Dios quiere hoy sanar el vacío de la soledad y hacerte un miembro de la familia celestial.
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