¡Sigue adelante y tiende la mano!

Moisés estaba huyendo. Pero eso no le impidió ser amable y hacer el bien a los demás. Cuando las cosas nos van mal, la mayoría de las veces tendemos a encerrarnos en nosotros mismos. Nuestra mentalidad se convierte en "voy a quedarme en mi carril". No necesito ni quiero más problemas. Tengo que agachar la cabeza y centrarme en sobrevivir a este período. Pero en Moisés vemos algo diferente. No se dijo a sí mismo: "La última vez que ayudé a alguien, el resultado fue terrible". En cambio, intervino y ayudó a las hijas de Labán. No sabía que al prestar esa ayuda estaba entrando en una nueva vida con una nueva familia.

Este pasaje nos recuerda que cuando nos apartamos de los demás, contrariamente a lo que podríamos pensar, no nos estamos preservando a nosotros mismos, sino que en realidad podemos estar haciéndonos daño inadvertidamente al sofocar una solución a nuestro problema.