El Lenguaje "Incomprensible" De DiosSample

Ser discípulo es transformar la mente

Son obvias las dificultades del hombre de hoy para entender a Jesús. En un sentido, son males muy antiguos de los que hablamos, aspectos en los que nuestro corazón sigue siendo exactamente igual que era siglos atrás. Sin embargo, la época actual tiene particularidades que hacen especialmente difícil la aceptación del mensaje liberador del Evangelio.

Para empezar, hoy nos sentimos y autodefinimos como libres. Nadie se siente esclavo de nada o nadie, de manera que no parece tener sentido hablar de un Salvador y mucho menos de un Señor. El concepto de ser cautivados por Dios y obedecerle desde ese amor y agradecimiento se identifica con grilletes invisibles, y eso genera rechazo en nuestra cultura.

El gran engaño de este tiempo es probablemente ese: desde la sutileza con la que el enemigo ataca, ha convencido de que la libertad para hacer el mal es la verdadera aspiración, cuando realmente es la libertad para amar a Dios y seguir Su diseño revelado en palabras de Jesús lo que verdaderamente nos permite “andar en nuestras alturas”, usando la expresión de Habacuc.

Somos llamados a usar nuestra nueva naturaleza, no solo a recibirla, al igual que la mente de Cristo, que nos es dada al recibir el Espíritu. Demasiadas veces infrautilizamos los recursos de gracia, y eso se percibe en nuestras actitudes, prioridades, acciones y palabras.

Nuestro llamamiento es a no conformarnos a este siglo, transformar nuestro pensamiento y empezar a ver como Él ve, para comprobar cuál sea la voluntad de Dios, “buena, agradable y perfecta”. Esta descripción resulta “rechinante” en los oídos de muchos cristianos incluso, pero de nuevo es porque no leemos desde arriba, porque nuestra mente sigue siendo la de este siglo, centrada en el ego, lo material, lo individual, en el sucedáneo de libertad que anhelamos.

Piénsalo así:

• Su voluntad es siempre “buena para Sus propósitos”,
• “agradable para Sus propósitos”
• y “perfecta para Sus propósitos”.

Así lo entendemos mucho mejor, ¿verdad? Leemos las mismas palabras con perspectiva espiritual, la Suya, y de repente nos damos cuenta de que cobra sentido.

Aceptarlo o no es otra cuestión, pero lo entendemos, al igual que la famosa expresión sobre la amistad con Jesús "si hacemos lo que Él nos manda". El hombre actual diría “¡Vaya amigo!”. El transformado diría “Es Dios mismo hablando, aceptándome y guiándome para que me vaya bien, porque me ama, así que acepto, me niego, y le sigo”.

Al escuchar “desde arriba” podemos entender cuán privilegiados somos por ser considerados amigos de Dios.